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“El artista pinta sólo un cuadro en toda su vida. Una enorme tapicería con imágenes sin fronteras, movedizas, actuando entre ellas, azules en el pasado, escarlatas en el presente, ejecutadas con seda, lana, untadas en aceite, visiones de antes, otras del futuro, con el viento y con el agua, en la alegría y el dolor.
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La energía se desvanece en la muerte, lo intangible es eterno. Los herederos hacen lo suyo, aquello transmitido sin palabras.
El año es una referencia, el tema, la técnica un pretexto. Importante sí en la complicidad con Altamira, la denuncia de los holocaustos, apartar la arena de las verdades sepultadas.
En India aprendí la lección del espiral, la curiosa forma que muere y renace en ella misma y la mitad de esta muestra es un homenaje a este recuerdo que lo he envuelto con el manto de la negritud.
En la otra mitad, lo que resta y suma es el cuerpo femenino que destierra su propio cuerpo y nos habla de un renacimiento que sin el amor nunca se completará”, Mario Toral .
En esta exposición, realizada en Galería Arte Espacio, el artista muestra la obra de los últimos 7 años. Toral, nacido en Santiago en 1934, estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Montevideo y más tarde grabado en la Ecole de Beaux Arts de París, becado por el gobierno francés. Desde temprana edad comenzó a exponer de manera individual en Sao Paulo, y hasta hoy su carrera como artista lo ha llevado a exponer alrededor del mundo en países como Francia, Yugoslavia, España, Alemania, Suiza, Canadá, EE.UU, México, Argentina, El Salvador, Colombia, Corea del Sur y Australia. Actualmente vive en Chile. Se le conoce como artista, poeta y docente, y su arte ha sido reconocido por numerosos premios internacionales, destacando el Premio Guggenheim de 1980 en EE.UU; sus libros de poesía y pintura se han publicado en EE.UU, Suecia y Francia; fue profesor de pintura en la Universidad Católica, y fundador de la Escuela de Arte de la Universidad Finis Terrae, donde fue el primer decano.
Una parte de la muestra es un homenaje a la espiral, forma geométrica que lo cautivó en un viaje que realizó a la India y Nepal, donde se fijó en sus ojos y memoria como un objeto envolvente y poderoso. En sus obras lo ha envuelto con el manto de la negritud.
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En la otra mitad, lo que resta y suma es el cuerpo femenino que destierra su propio cuerpo y nos habla de un renacimiento que sin el amor nunca se completará.