Casas

El sello estético de Connie Achurra

El hogar de la conductora de “Cómo me sano” y autora del libro “Cocina sana y feliz” es un mundo único. Un espacio completamente personalizado que desborda vida, alegría y color, que invita a celebrar y a quedarse, además de inspirar.

Por: Valeska Silva Pohl. Fotografías: Gonzalo Muñoz F.

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La mayoría de los objetos que colman su hogar han sido realizados por sus propias manos. Cuadros, esculturas, objetos de colección y un mobiliario heredado que ella misma ha ido restaurando, pintando y modificando con los años, hacen de la casa de Connie Achurra (@connieachurra) un espacio único, un mundo diferente. Es un lugar especialmente acogedor en el cual los colores son lo primero que llama la atención. Verdes, rojos, amarillos, turquesas y azules le dan vida a cada espacio, llamando a la alegría, a festejar, e invitando a quedarse. También es la muestra de una mujer multifacética, que no para. La conductora del programa de cable “Cómo me sano” de Canal 13C, autora del exitoso libro “Cocina sana y feliz” –del que ya prepara una segunda parte que veremos a fines de este año– además realiza constantemente charlas y talleres de comida saludable. También explica que está en otros varios proyectos que pronto deberían ver la luz, pero de los que aún no puede hablar.

Reconoce que su estilo, completamente personalizado, es parte de una estética heredada. Sus abuelas eran también amantes del color, las colecciones y los muebles; por lo mismo, todos en su familia tienen hogares parecidos, con gran cantidad de mobiliario, objetos de colección y mucho color. De hecho se declara enemiga de los espacios estáticos, y confiesa que siempre está cambiado, pintando o modificando las cosas. “En mi casa todo está en constante movimiento, es absolutamente barroca, llena de cosas”.

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Cuando no se trata de algo que ha sido realizado por ella misma o heredado, los objetos que adornan su hogar son los que encuentra en ferias y mercados persas. Se declara una fanática de ellos. “Amo ir al Persa Bio-Bío, voy de forma súper frecuente, y mucho más ahora que estoy armando el stock de mi próximo libro”. Es una amante de loza, cucharitas y vajilla en general antigua, de los años 70 y 80. Es la que usa además para las puestas en escena de sus platos y creaciones.

Imperfecta y funcional

Los colores y las combinaciones poco tradicionales son parte del sello de esta artista. “Amo lo colores, los saturados, las combinaciones distintas. Me cargan los tonos beige o crudos, los que son medios tibios. Me gustan las tonalidades brillantes. Me cuesta dejar espacios en blanco, me gustan los contrastes. La cosa monocromática no va conmigo”. La artista mexicana Frida Kahlo está en cuadros y estampados, muy presente; es fanática de ella hace años, “mucho antes de que fuera famosa, de hecho mucha gente me preguntaba quién era; hoy todos saben quién es Frida”.

Lo suyo no tiene que ver con lo que se usa o está de moda. “Mi estética la he ido desarrollando de a poco, la plasmo en todo lo que hago y en cada uno de mis proyectos. Por eso para mi libro no voy a una tienda a comprar loza ‘bonita’, voy a ferias y busco cosas heredadas. Me gusta combinar lo que no combina, los estampados sobre estampados, y toda esta cosa bien ecléctica, barroca, con esa influencia latinoamericana de mucho color…, como de carnaval. Me encanta esa sensación de que mi casa está siempre preparada para una celebración. Y además también tiene esa cosa media imperfecta, de tener colecciones y muchas cosas; no es la casa ultra pulcra donde no te atreves a sentarte en un sillón porque todo está como nuevo e impecable y que parecen de departamento piloto. Si las cosas se rompen o manchan no tengo ningún problema con restaurarlas o pintarlas”, señala.

El uso y aprovechamiento de los ambientes es otro elemento que forma parte de su día a día. “Por ejemplo, mi comedor es un espacio que uso habitualmente para cocinar y pintar, y también la utilizo para hacer mis talleres, mis clases. De hecho esta mesa la compré en el Bio-Bío hace más de 12 años, cuando llegué a esta casa”. Originalmente era blanca, “después fue negra, luego roja y ahora es azul. Y mis sillas también eran blancas, luego fueron amarillas, después grises y ahora son todas de diferentes colores… Y pronto cambiarán de color nuevamente”, cuenta sonriente.

El piano, heredado de su abuela paterna, no lo ha pintado porque siente que ella estaría contenta de verlo así, pero reconoce que es algo que se ha “aguantado” de hacer. Pero para mantener su sello, el taburete original que acompaña al piano sí lo pintó de amarillo con flores.

“Aunque no lo parezca también soy práctica. Mi casa está llena de cosas, pero al mismo tiempo me preocupo de que sea un espacio funcional, todos los años voy renovando, cambiando algunas cosas. Todo en esta casa está en constante movimiento”, concluye.

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