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La recuperación histórica mediante la restauración de muebles

La restauración de mobiliario es un oficio con larga data y los jóvenes están revalorando la importancia de conservar la historia mediante los elementos que conforman sus casas. Barrios completos, llenos de reliquias, mantienen actualizada esta tradición que se rehúsa a morir.

La vida es cíclica: pasamos de muebles de materiales nativos y nobles, a grandes producciones industriales en serie y poca vida útil, para volver a aquellos objetos que nuestros abuelos siempre nos dijeron que eran de mejor calidad. Los vemos brillar en sus casas, y de a poco, las nuevas generaciones se van convenciendo de la importancia de los detalles y sus componentes.

Mientras en Barrio Franklin encontramos galpones especializados en antigüedades y restauración, la calle Caupolicán del Barrio Italia termina de darle cercanía y estilo al mítico oficio de la conservación del mobiliario que acompaña nuestras casas; que por estos días suma curiosos y adeptos que destinan sus fines de semana para buscar piezas históricas y picadas acorde.

La importancia de la restauración tiene que ver con reciclar. “Se trata de recuperar y respetar el medioambiente”, dicen Macarena Abarca e Ignacia Pizarro, las fundadoras de Otra Industria Nacional, espacio que a punta de carpintería y diseño, crea objetos a medida sin olvidar la importancia de la calidad e historia de cada obra que entregan.

“Creemos que la calidad de los materiales en los muebles antiguos es realmente superior. En el caso de la madera, nos encontramos con una variedad de maderas nativas ,como el raulí o el alerce, además de muchos tipos que hoy son ilegales o muy difíciles de encontrar, como puede ser un buen roble. Lo mismo pasa con la quincallería, que era de altísima calidad y particular belleza”.

Ese punto no es menor: ambas consideran que en el pasado el cuidado estético estaba mucho más presente en el diseño, “y eso se puede ver en las terminaciones, el acabado, y en el tiempo dedicado a diseñar el objeto”. Detalles que le entregan una mayor particularidad e identidad a nuestros muebles, y que se convierte en la gran motivación del por qué la restauración vuelve con tanta fuerza en tiempos de melamina.

Cuando hacer y vender mobiliario no era sinónimo de cientos de sillas iguales, “aparecen muebles que tienen una paleta de colores mucho más complejas, texturas irregulares; hubo una verdadera intención de darle vida al objeto. Hoy observamos que se privilegia la productividad, entonces hay mucho menor variedad en términos estéticos. Hoy, se acota lo mínimo, los materiales tienen poca vida útil, y está el problema del MDF y otras materialidades. Te encuentras con que todo es igual, todos los muebles se parecen, hay una homogeneización súper desatada en esta uniformidad del diseño y la estética actual”, explican.

Pero, ¿valdrá la pena restaurar cualquier mueble? Para la Otra Industria Nacional, todo objeto es digno y provechoso de reutilizar, o al menos de recuperar, pero sin duda existen opciones mejores, como los que contengan maderas nativas o nobles, y los muebles metálicos, sobre todo por su calidad de material.

“Los de madera sucedánea, como nos gusta llamarlos, como la maciza, el aglomerado y el MDF, no tiene mucho sentido porque su calidad no es muy buena, pero nunca está demás reciclar y construir algo nuevo”. Los típicos muebles chilenos de pata torneada o de fibra digital, como el mimbre, también pueden ser un desafío debido a los detalles. “Son más difíciles de restaurar porque van a requerir mayor paciencia y más horas de trabajo. Si lo vamos a hacer en casa es importante identificar si tenemos las habilidades para enfrentar el desafío, y entender que la dificultad es el poder encontrar a alguien que maneje la técnica correcta para su actualización”.

Creen que es provechoso restaurar aquellos objetos que vienen de la época de la industrialización por sustitución de la importación (ISI), esos mismos que vemos en la casa de nuestros abuelos, y que tal vez de buenas a primeras pasen desapercibidos, pero que tienen un diseño único y una identidad súper potente. “El desafío de los jóvenes es ése: restaurarlos y volver a integrarlos en nuestras pertenencias”, por el peso histórico que tienen y por lo duraderos que son.

En una época desatada por la producción al por mayor y de mediana calidad, la tendencia a la reutilización es imparable, necesaria, y está en constante renovación acorde a sus tiempos. “Hemos visto que ahora los mueblistas trabajan con barnices y sellantes no tóxicos, productos al agua; cosa que no era tan común antiguamente. Los aceites naturales y la cera virgen es algo que está volviendo a instalarse en las tendencias del trabajo con muebles, sobre todo en la restauración, muy de moda en los carpinteros actuales”.

Pero hay cosas que no cambian. “Las técnicas de reproducción de la vieja escuela también están presentes: dar efecto albayalde, poner texturas coloreadas, tratar de acusar el tiempo, o sea, restaurar pero mantener una estética en la que se note que el mueble tiene un tiempo y se aprecie el paso de él por el objeto. Hay marcas de pintura que se están abriendo a la estética vintage, cada vez con más colores, pero creemos que esta idea de destacar el uso del objeto es absolutamente la tendencia”, concluyen, dejando en claro que el restaurar no sólo es extender la vida de un mueble, sino que convivir con pedacitos de la historia.

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