Ojos azules, acento distinto. Mujeres enloquecidas. ¿Qué tan cierto es el imaginario de que las mujeres, a la hora de escoger entre locales y este tipo de especímenes, se decantan sin pensar por los segundos? ¿Mejor posición económica? ¿Trato igualitario? ¿Estatus social, o amor?
Quizás todas y cada una de las anteriores. Es decir, la tara cultural ha estado muy arraigada desde el comienzo de nuestra historia. Según el libro de referencia del genetista colombiano Emilio Yunis, ‘¿Por qué somos así?’, se refleja en la enseñanza repentina y continuada de que todo aquel con facciones europeas resultaba ser superior por antonomasia. Y por ende, estar con ellos era recibir favores e incluso atenciones.
Esclavas afroamericanas e indígenas, fuese por relaciones forzadas y abusivas o por voluntad propia, buscaban un “mejor futuro” con los extranjeros. Claro, no sucede en todos los casos.
De igual modo, tiene mucho que ver en el sentimiento de inferioridad racial y complejos que han tenido muchas etnias no blancas en Latinoamérica. Sus estadistas procuraron favorecer la inmigración de extranjeros, preferiblemente cristianos y blancos, para “mejorar la raza”. Y en muchos casos, mejorar la posición económica y ver que, en comparación con los hombres de otros lados, los locales tenían mucho que perder.
Esto se puede ver en columnas como la de Héctor Abad Faciolince llamada ‘El dimorfismo sexual colombiano”, donde los hombres de aquel país no salían bien parados en comparación con la popular belleza de sus compatriotas femeninas. También se puede ver en la cantidad de mujeres que acuden a agencias matrimoniales por un hombre extranjero, ya que se quejan del machismo e infidelidad de los hombres locales. Y no pasa solo en Latinoamérica.
En Colombia, por ejemplo, existe el portal International Introductions, una agencia que muestra en su página testimonios de enlaces exitosos entre extranjeros y mujeres nacionales. Explican el por qué de la ‘deseabilidad’ de las colombianas, que son más hogareñas y menos frías que las anglosajonas, y resumen las ‘ventajas’ de los norteamericanos así: “Estos hombres tienen experiencia, son educados, profesionales y pueden ofrecerte un mejor nivel de vida que la mayoría de los prospectos a nivel local”, aseguran.
“Las diferencias con los hombres de mi país, al menos en mi experiencia personal, es que ellos no son personas de confiar, te mienten mucho y no les importa lo que sientes. Con él las cosas son muy distintas, sabemos que la honestidad es una clave para que nuestra relación sea sólida y no tiene miedo en mostrarme sus sentimientos, tanto su lado fuerte como su lado débil. Eso en una cultura como la mía se ve mal entre los mismos hombres”, afirma la periodista Natalia Torres, quien es novia de un inglés. Natalia aclara, sin embargo, que no la enamoró el hecho de que fuese extranjero, sino sus intereses comunes, cosa que no encontró con ningún hombre de su nación.
No todo es lo que parece…
Pero hombres malos hay en todas partes. Prueba de eso es que algunas mujeres no encuentran su “paraíso soñado” con el extranjero que les prometió el cielo. Eso le pasó a Lina Ospina, colombiana de 28 años muerta a tiros por su esposo estadounidense. Entre muchos otros casos de maltrato, abuso y hasta secuestro y trata de blancas.
También sucede que hay cuestiones culturales que muchas mujeres no tienen en cuenta a la hora de entablar una relación y querer salir de su país a toda costa. Otras ni se imaginan cómo pueden cambiar sus parejas cuando ellas están en otro país. La película protagonizada por Sally Field, ‘No sin mi hija’, es un buen ejemplo. Cuenta la historia real de la doctora Betty Mahmoody, que se casó con su colega iraní, y apenas fueron a vivir al país de él, este cambió y se volvió tan radical, que ella terminó huyendo con su hija. Y así, pululan casos.
Como quien dice, no todo lo que brilla es oro, y hay muchos factores que llevan a las mujeres a relacionarse con hombres de otro país. Y no todos los casos son iguales.