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Mediante un estudio piloto financiado por la Universidad de Wake Forest, Carolina del Norte y el Hospital Infantil de México, Federico Gómez, se logró insertar las primeras vaginas artificiales en cuatro pacientes adolescentes que padecían del síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser ( una malformación que presenta ausencia de vagina y útero pero con ovarios que funcionan).
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A partir del cultivo de células musculares sembradas en andamios biodegradables se dejaron crecer los órganos en una incubadora. Tras las operaciones, después de registrar durante 8 años todos los exámenes físicos relacionados con la vagina y su función sexual, se observó que no existían complicaciones quirúrgicas a largo plazo.
Al efectuar a las pacientes un cuestionario que mide el índice de la función sexual, se validó que las variables fueran normales en áreas como el deseo, la excitación, lubricación, orgasmo, satisfacción y relaciones sexuales sin dolor.
Tras concluir el estudio piloto se llegó a la conclusión de que los órganos vaginales efectivamente podrían ser diseñados a partir de las propias células del paciente. Además se comprobó que sin ningún problema este tipo de tecnología de siembra e incubación de órganos podría ser útil en pacientes que requieran reconstrucción vaginal.
