Del chalet a una casa prefabricada

La caída libre de Chile se ve inexorable, sin red que detenga los errores de conducción.

Marcelo Bielsa / Photosport

Con Marcelo Bielsa de arquitecto, la selección nacional ofrecía una propuesta de juego que se caracterizaba por el vértigo, a veces monotemático, pero que imponía respeto en el adversario por su actitud de ir en búsqueda del arco en el menor tiempo posible y sin considerar si era local o visitante. Saltaba a la vista la convicción en lo que se hacía y la elaboración de jugadas. Con ese sello provocó un entusiasmo casi irracional en la hinchada, le ganó a Argentina por primera vez en la historia en partidos oficiales, se impuso a Perú en Lima después de 24 años, a Paraguay en Asunción después de 28 años y terminó en el segundo lugar de las clasificatorias sudamericanas.

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Luego de la renuncia de Bielsa y la caída de Harold Mayne-Nicholls, el candidato del pueblo era Claudio Borghi. Siempre atentos al aplausómetro, los dirigentes lo nombraron en el cargo. En su fuero íntimo, admitían que era un retroceso por las diferencias de estilo de conducción entre uno y otro entrenador, pero era urgente calmar a las fieras. En los primeros partidos los resultados acompañaron a Borghi, incluso se celebró que se privilegiara el toque y la pausa por sobre la dinámica. A poco de andar, el camino se empezó a llenar con los baches de la indisciplina, el fantasma de Bielsa y la eterna comparación que establecía el propio Borghi, quien sin darse cuenta terminó por imitarlo con la expulsión de los futbolistas de Universidad de Chile. La falta de recursos durante los 90 minutos para contrarrestar la superioridad del rival alcanzó la cumbre en el segundo tiempo con España, frente a Argentina en Buenos Aires, Uruguay en Montevideo, Ecuador en Nueva York, Colombia en el estadio Monumental y ahora Ecuador en Quito. A ello agréguese la abundancia de días libres, la expulsión de jugadores y del mismo Borghi y la improvisación en algunos puestos. Como si no bastara, el discurso de la dirección técnica revela una distorsión de la realidad.

En la víspera del encuentro con Argentina en Ñuñoa, Chile se aferra a su antigua esperanza: la calculadora. Que si gana sus partidos de local le basta para ir a la Copa del Mundo Brasil 2014. Claro, no compite el Scratch y de las nueve selecciones participantes clasifican cuatro y hasta cinco, con el repechaje. El chalet de hace apenas dos años ha sido reemplazado por una casa prefabricada…

Caída libre

Si la labor de Chile ante Colombia en el estadio Monumental había sido preocupante, la actuación frente a Ecuador en la altura de Quito fue decepcionante de pies a cabeza. La selección nacional salió a defenderse en el Atahualpa y a los 20 minutos ya le habían creado cinco oportunidades netas de gol. Los sufrimientos empezaron con el remate que Felipe Caicedo elevó dentro del área (10′); con el rechazo de izquierda de Mauricio Isla en el área chica luego de un centro de Ibarra que superó con facilidad a Gonzalo Jara (12′); con la tapada de Miguel Pinto en un cabezazo de Christian Benítez (15′); con el cabezazo de Gabriel Achilier que rebotó en el travesaño y la salvada de cabeza de Felipe Seymour ante otro cabezazo de Benítez (20′).

En ese momento se nos vino a la memoria Luis Álamos, quien después del histórico 0-0 con Unión Soviética en Moscú 1973, explicó: “Es importante la elección de jugadores para defenderse. No se trata de poner gente que despeje a cualquier parte y que en cada envío deje la pelota en poder del adversario. Hay que escoger futbolistas que sepan con el balón, que se lo den a un compañero, que avancen en la cancha y manejen los tiempos, que no pierdan el orden, que estén atentos a los relevos, que no queden en inferioridad numérica en ningún sector”. No le faltaba razón al Zorro, porque Elías Figueroa y Alberto Quintano se repartieron el centro de la defensa, con Juan Rodríguez y Guillermo Páez delante de ellos, con Juan Machuca y Antonio Arias en los costados, pendientes de no ser desbordados para obligar a los punteros a levantar centros, con Chamaco Valdés transformado en la aduana del cuadro, con Sergio Ahumada y Leonardo Véliz como sus escoltas y arriba, libre, Carlos Caszely.

No faltará el lector que dirá que esa clase de jugadores ya no están. ¡Qué extraño! En los últimos años nos han bombardeado con que contamos con la mejor generación de la historia, que ahora tenemos un futbolista (Alexis Sánchez) en el Barcelona que discute ser el mejor equipo de todos los tiempos, otros dos (Arturo Vidal y Mauricio Isla) que son figuras en la Juventus, un arquero que es titular en la liga española y otros compañeros que actúan en el fútbol europeo, etc.

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Cuando Chile se puso en ventaja a los 24 minutos con el autogol de Juan Carlos Paredes en la primera incursión ofensiva, muchos recordaron la similitud con el 1-0 contra Colombia mediante el disparo desde fuera del área de Matías Fernández. Y no pocos recordaron a la selección de Nelson Acosta en las eliminatorias de 1997, cuando en el mismo Atahualpa de Quito cruzó la cancha por primera vez y convirtió a través de Marcelo Salas, con golpe de cabeza en centro del Diablo Núñez, y en Buenos Aires, cuando también en su primera llegada anotó con tiro libre de Fernando Cornejo. ¿Borghi tendrá la suerte de Acosta? Quedaría claro que no.

Hasta ahí, solamente el azar fundamentaba el resultado. Los tres zagueros pasaban a ser cuatro o cinco, con la incrustación obligada de Seymour o Marcelo Díaz entre Pablo Contreras y Jara, o el descenso de Isla en la derecha. Con eso, ya no existía la línea de cuatro en el medio (Isla, Díaz, Seymour y Jean Beausejour) ni la de dos volantes de salida delante de ella (Vidal y Fernández) porque Vidal tuvo que bajar a ser contención, mientras Beausejour no se encontraba con la pelota. Lo único que saltaba a la vista era que Alexis Sánchez quedaba en orfandad absoluta.

Un tinglado tan feble no podía sostenerse por sí solo. Ecuador anticipó a Fernández en el medio, el zaguero central Pablo Contreras estaba tan adelantado como Arturo Vidal cuando fue líbero frente a Colombia y fue presa fácil de Caicedo. El zurdo eludió a Pinto con la izquierda y tiró con la derecha antes del cierre de Osvaldo González: 1-1. En la segunda etapa, las licencias defensivas continuaron sucediéndose. Ibarra aceleró entre Jara y Seymour, pasó sin esfuerzo y Contreras se sintió un toro que debía embestir el paño rojo. Penal, tarjeta roja y gol: 2-1.

El resto estuvo demás, Ecuador se dio el lujo de jugar caminando, la hinchada gritó algunos olés, Jara (61′), Pinto (81′) e Isla (82′) impidieron otras caídas, y Vidal aplicó un codazo de barrio a dos metros del árbitro brasileño Heber Lopes, quien lo expulsó. En los descuentos, un tiro libre al primer palo y el cabezazo de Castillo bajó el telón: 3-1.

La caída libre de Chile se ve inexorable, sin red que detenga los errores de conducción.

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