Columna de Guarello sobre el duelo de Chile ante Brasil: Leche derramada

"Esta selección brasileña, el rival casi por determinismo que nos toca el sábado, podrá rozar la ordinariez (tomando en cuenta su propia historia), pero está muy lejos de ser una ruina o estar en la decadencia", dice Guarello.

 

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A Brasil “le falta esa cuota de genialidad, ese toque distintivo”, dice Guarello / Getty

Por Juan Cristóbal Guarello

Se me viene a la cabeza esta estupenda novela de Chico Buarque. Un recorrido por la historia de Brasil en los últimos 80 años a través de los ojos de un aristócrata acabado, Eulalio D’Assunçao, olvidado en un hogar de ancianos en Río, entre los cerros exuberantes donde ni siquiera se ve el mar. Un obra maestra.

Me encantaría pensar que esta selección brasileña es como ese viejo aristócrata sumido en la miseria que añora su mejores tiempos. Además, no es consciente de que ha perdido todo, que su presencia es ridícula, apenas una sombra grotesca de lo que alguna vez fue. Sólo un deseo literario. Esta selección brasileña, el rival casi por determinismo que nos toca el sábado, podrá rozar la ordinariez (tomando en cuenta su propia historia), pero está muy lejos de ser una ruina o estar en la decadencia.

El problema del Brasil de Luiz Felipe Scolari son sus propios parámetros. Si Bélgica jugara como lo hace el Scratch o incluso Francia tuviera ese rendimiento, diríamos que son grandes equipos. Pero no Brasil. Le falta esa cuota de genialidad, ese toque distintivo, esa estética que lo ha convertido en el país más poderoso del mundo a la hora de patear la pelota.

Es un equipo extremadamente físico. Partiendo por los dos centrales Thiago Silva y David Luiz. Ambos muy fuertes, rudos en los cruces y con buena pegada. Cuando suben generalmente lo hacen con criterio. Defensas centrales con oficio. Eso sí, por arriba han tenido algunos problemas. Lamentablemente, nos es por arriba donde Chile hace daño.

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La espina dorsal “fuerte” continúa con ese trabajador incansable que se llama Luis Gustavo. Con aire a Cab Calloway, el volante del Wolfsburgo hace sentir su 1,88 metro cada vez que corta en el mediocampo. Tiene un tremendo despliegue. Es realmente bravo para quitar. Tampoco es torpe para mandarse en ataque. Un jugador muy inteligente. Comenzó acompañándolo Paulinho, pero no ha estado a la altura. Su porcentaje de pelotas entregadas al rival ha sido demasiado alto. Dicen que contra Chile el hombre será Fernandino, no tan fuerte físicamente, pero tiene más manejo y sacrificio.

Siguiendo con los duros brasileños, tenemos a Hulk y Fred. El delantero del Zenit ha sido muy criticado por el público. Juega un rato nada más. Mete un par de desbordes y desparece. En lo físico es un monstruo, 1,78 y 86 kilos, podría combatir en la categoría Crucero en los Olímpicos y no desentonaría. Buen remate de media distancia, en este Mundial ha sido disparejo. El “7” en la camiseta, que acá en sagrado, por el momento le queda grande.

Finalmente Fred. Acá se dice que es el peor centrodelantero de la historia de Brasil en los mundiales. Peor que Serghino incluso, es tosco “9” que puso Tele Santana en 1982. El gol frente a Camerún lo salvó de la hoguera, pero la hinchada lo detesta. Señalan que Luis Fabiano, hoy en Sao Paulo, anda mucho mejor pero que no está en la selección porque es un loco y se hace expulsar todos los partidos. Le cuesta muchísimo girar, no puede jugar de espaldas al arco y no gambetea. Pero, cuidado, desde esa tosca y ruda presencia, tiene buena zurda y gana por arriba. Atención con él.

Vamos ahora por los más técnicos. Comenzando con los laterales. Dani Alves no ha hecho buen campeonato. Tanto Croacia como Camerún lo desbordaron y sufrió Brasil por el sector derecho de la zaga. Tampoco ha sido mucho su aporte en ofensiva. El tándem con Hulk, que la Copa de Confederaciones fue una de las formas de atacar, casi no se ha visto en este Mundial. Por el otro sector ha sido más sólido lo de Marcelo, bien en la proyección, contra Camerún tuvo un excelente diálogo con Neymar. Aún así, no termina de convencer al exigente paladar local.

En el medio tenemos a Oscar. Buen manejo, se tira a las puntas, le pega bien. Y a nadie le gusta (son jodidos acá). Lo encuentran saltarín y frágil ante la marca. Dicen que llama más la atención modelando ropa interior que jugando por Brasil. Yo lo encuentro muy buen jugador, pero no deslumbrante.

Finalmente, estamos en la zona de los técnicos, arribamos a Neymar. Está en todos lados, en todas las campañas solidarias, en todas las publicidades, en los aeropuertos, en las calles, en la televisión. Pese a este bombardeo mediático, el hombre de Barcelona, con sus frágiles 60 kilos y esas cañuelas que parecen que se van a romper en cualquier momento, ha respondido cabalmente. Es “él” distinto de este Brasil común y corriente. El único, junto con los centrales, que pudo jugar en España 1982 o en Corea-Japón 2002. Se tira a la derecha y busca la diagonal. Si le das espacio te mata. Si recibe y gira, fuiste. Tiene el gol en la cabeza. Y sabe definir, buscando siempre un palo, nunca al bulto. Además es terrible con las pelotas detenidas y cabecea. Jugadorazo.

Estos son los once más o menos habituales. De repente entra Bernard o Jo, muy buenos, pero el único que desequilibra cuando viene de la banca es William. A ponerle atención. Excelente con el balón en los pies, habilitador, tiene bastante gol.

Así es la actualidad de Brasil. No llena los ojos, pero ganó el grupo sin despeinarse, hizo siete goles y llega casi descansado a octavos ¿Cómo ganarle? La respuesta es más vieja que la Luna: hacer un partido perfecto y que ellos hagan uno malo. Con humildad, digo que ir a buscarlos arriba es peligroso, tal como ocurrió en Sudáfrica 2010. Les damos espacio y dejamos la defensa mano a mano. Y ahí estamos muertos. A los brasileños hay que cortarles los circuitos y encimarlos cuando reciben, esperarlos bien plantados para ganarle (como hizo Holanda en el último Mundial). El que lo fue a buscar lejos de su propio arco, murió.

A propósito de ganarles en su casa se sacan muchas estadísticas al respecto. Se dice, por ejemplo, que la última vez que Brasil perdió por los puntos de local fue en el Sudamericano de 1975 contra Perú. Más o menos si nos ponemos exigentes: era una selección de Minas Gerais que tenía un par de titulares del Scratch (Nelinho, Roberto Dinamita), pero el resto… Raúl, Miguel, Getulio, Vanderlei, Robeto Batata, Romeu con suerte tuvieron un par de partidos en la selección absoluta de Brasil. Es decir, no vale mucho como dato.

Yo creo que el último partido que perdió Brasil como local por los puntos y con todos los titulares fue el Maracanazo. Cuando Eulalio D’Assunçao, el viejo decadente y cascarrabias protagonista de Leche Derramada, todavía reinaba en las luminosas calles de Río de Janeiro. Hace 64 años.

Está muy bravo el asunto.

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