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Por Soledad Bacarreza
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El tenis chileno está de aniversario justo cuando no figura ni en las cómicas, o al menos cuando sus figuras más promisorias están todavía muy lejos de lo que hicieron sus antepasados. Diez años desde las medallas de oro de Massú y González en los Juegos de Atenas 2004, dieciséis desde el numero uno de Marcelo Ríos en el ATP. Y volvimos a fojas cero, tal y como se preveía luego del retiro de ambos. Pero caso extraño, otros cultores de otras disciplinas parecen haber aprendido el camino del alto rendimiento mostrado por estas tres figuras, las primeras en moverse a sus anchas en un mundo que hasta el surgimiento de Ríos, parecía vetado para los nuestros. El Chino fue el primero en transitar por la vereda del profesionalismo con éxito, seguido de los héroes olímpicos, construyendo una forma de escalar que luego fue imitada por otros atletas con más éxito que los propios tenistas que vinieron después de ellos, en otros deportes que también parecían propiedad exclusiva de países con historia en la materia. A saber: Tomás González, lo más raro que le ha sucedido al deporte chileno es tener un doble finalista olímpico, y con dos cuartos puestos, en la gimnasia. Y masculina todavía. En un país donde el colectivo aún piensa que existen actividades exclusivas para niñas y otras para niños, González surgió como una figura vanguardista, potente y refrescante. Fue capaz de motivar al país completo, que le siguieran el estilo y lo adoraran como a un rockstar. Rompió esquemas y tuvo éxito en un ambiente donde sigue siendo una curiosidad.
Bárbara Riveros fue otra que tomó la dura decisión de irse de su país la mayor parte del año, hasta que consiguió ser campeona mundial de triatlón en distancias cortas. Sus triunfos siguen vigentes y se encamina hacia Río 2016 con más experiencia y el respeto de sus pares.
Denisse Van Lamoen, única compatriota que ha llegado a competir en unos Juegos Olímpicos como campeona mundial vigente. La arquera logró un éxito sólo con el precedente de sus propias medallas internacionales, solitaria en una disciplina donde las asiáticas arrasan. Doble mérito de la abogada al mostrar además que el alto rendimiento y el tener una profesión académica no siempre están reñidos.
Kristel Kobrich, tres veces finalista en un mundial y campeona panamericana. Hasta su irrupción en uno de los deportes más feroces del mundo, la natación chilena se alimentaba del sexto lugar de Adriano Venturi en La Habana 91 y Gian Carlo Zolezzi, quinto en Santo Domingo 2003. Hoy está tanteando en las aguas abiertas, y oteando sus posibilidades para la medalla que le falta en Río 2016.
David Dubó, campeón mundial de karate en el año 2008 en Japón, y Carolina Rodríguez, con sus dos cinturones planetarios en el boxeo también nos ubican bien en los deportes de contacto. La altísima sintonía de la pelea donde la Crespa retuvo su título hace dos semanas demuestra la popularidad que ha ganado la campeona, abriendo una inadvertido camino que otras como ella debieran seguir.
Además, deben contarse los títulos mundiales en deportes de equipo, el polo y el hockey patín, y algunas buenas actuaciones en el golf de Felipe Aguilar y Benjamín Alvarado, el primer chileno en entrar al PGA. Agréguele algunas medallas en pruebas que no son olímpicas, como por ejemplo algunas modalidades del remo, y verá que en la suma y en la resta, no estamos tan mal en estos últimos diez años desde las medallas de oro en Atenas 2004, y que han surgido deportistas que han sabido aprovechar la experiencia de Nicolás y Fernando, el aumento de los recursos, su mejor distribución y la convicción de que el camino que mostraron también puede ser recorrido por otros, en otras disciplinas.
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En cuanto al tenis, desde que el propio González fue el último en dar una alegría con su medalla de plata en Beijing 2008, figura hoy activamente por los líos de terrenos, por la escasez de y por los planes de Ríos y Massú de darle una mano. Aunque nadie sabe muy bien aún de qué se trata.
(GRAF/LP)