Columna de Copano: "Todo mal"

Odio usar mi espacio en Publimetro para rabiar. Pero yo también estoy tan molesto y defraudado como muchos de casi todo. Comienzo con lo primero: me cansé de tener expectativas sobre la Concertación.

Yo los voté casi siempre, pero confieso que no me pude tragar el discurso a partir de lo de Frei. De ese fracaso generacional que se repite cuando tenemos que volver a tener en la oferta a alguien que ya gobernó. Mi estómago me obligó a anular: soy lo suficientemente joven como para no tener el trauma de responder a una moral apagada. La que te dice “bueno, pero ellos lucharon contra la dictadura” cuando no da más. No da más su egoísmo. Y es para darle vuelta.

Su negativa a generar primarias (o armar unas de día viernes, lo cual es más loco aún, en una lógica de arrepentidos) no sólo hacen que uno haga el loco tratando de llamar a que la gente vote informada y que sean partícipes de la democracia. Obviamente duele que ellos que pelearon hoy estén cansados y canosos en su mayoría, viviendo de consignas y eslóganes que ya no corren para que el lobby se mantenga como una práctica validada, y con una capacidad de autocrítica reducida para responder a la lógica del empate.

Yo no quiero más empate. Yo quiero cambios. Yo no quiero un binominal que discrimine el avance de nuevas ideas. Yo no deseo sentirme desprotegido frente a la posibilidad de enfermarme, de perder mi trabajo. Yo no quiero vivir endeudado por estudiar o por vivienda para no tener independencia y vivir como un zombie diciendo “si” a toda idiotez que se me ponga por delante. No lo deseo. No quiero más medidas de lo posible.

Me molesta ya el espíritu egoísta de no permitir que Giorgio Jackson tenga espacio para sus ideas. Me enferma realmente ver a mi generación saliendo de las universidades estafados, frustrados, dañados por la maldad de tipos a los que nadie los controla, entregándonos una sola sensación a todos: en Chile, si tienes plata, puedes hacer lo que quieras.

Yo no heredé ni un peso de nadie. No puedo. No siento envidia de los que tienen: me ha ido bien en mi camino, que es propio. Pero también no me puedo olvidar de mis amigos del barrio, de mis compañeros de colegio, de sus papás. De este Chile doloroso. De este Chile que vive realmente engañado por su clase dirigente, que traumada con la guerra fría nos vende cantinelas como la de un Longueira que habla del Partido Comunista como si estuviésemos aún en la primera mitad del siglo 20, con el mismo tono de un Chávez, pero de ultraderecha.

Yo no quiero eso para Chile. Yo quiero que se restaure la dignidad y la sanidad mental de un país de histéricos que enganchan en primera e insultan todo atrevimiento.

Me tienen mal. Realmente me tienen molesto. Me tienen molesto con las mentiras del emprendimiento: yo soy emprendedor, pago cheques, y tengo que resistir pagos a plazos infinitos. Nadie me protege. Ese mito es chiste. Y a ti tampoco te protege nadie.

Si yo me enfermo, me voy al carajo, como se ve en la marcha. Hoy supe la historia de un amigo al cual un banco le quitó una casa por un “hipotecazo”. Por un “producto buena onda”. Qué mala gente son. Qué daño le hacen a todos. Encima con un gobierno que nos dice “oiga, estamos mejor que el resto del mundo”.

Mire: no estamos mejor que el resto del mundo. En el resto del mundo la gente tiene derechos. Tiene seguridad social. En el resto del mundo las personas no están preocupadas del cómo, sino del porqué. En el resto del mundo los medios satanizan a los narcos y no tenemos animadores tan pelotudos que los vuelven divertidos. Nos están metiendo algo todo el tiempo y con eso nos están dañando el alma.

Yo no quiero este país para mis hijos. Si siguen así, los políticos egoístas sin oxigenar la democracia, mejor cerremos por fuera. Y vayámonos todos. Que se queden los masoquistas.

*La opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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