Columna de Nicolás Copano: "“Papas Fritas”, Batman y los papeles quemados"

¿Qué tienen en común Batman, el hombre murciélago, y “Papas Fritas”, el artista visual que escandaliza al mundo, luego de quemar 500 millones de dólares en pagarés provenientes del escándalo de la Universidad del Mar?

Bruce Wayne basa su poder en el poder económico y entiende que desde sus distintas acciones filantrópicas, tecnológicas y políticas puede proteger su cruzada por justicia. Bruce Wayne adquiere morales, en formato de acciones de bolsa, y genera herramientas para su combate. Bruce, es de derecha, sus enemigos son criminales con enfermedades sicológicas e intenta imponer superioridad frente a la caza de marginales. Descree del Estado (la policía) y genera grupos de choque. Batman es Patria y Libertad.

Por otro lado, Francisco “Papas Fritas” se expresa en la precariedad de un holding construido en base a la moral de los lastimados: las redes sociales, la radio Villa Francia y los artículos de El Ciudadano. Va y entiende el drama de los estafados como un motor mediático para crear un espectáculo que termina ayer 21 de Mayo con una imagen digna de la trilogía Dark Knight de Nolan: un vehículo (la Combi) contra las vallas papales, con los más anarquistas detenidos (sí, porque sólo observaron, develados también frente a cámara) alrededor sin creer lo que ven: la decisión absolutamente suicida de ir un hombre contra las fuerzas represoras. 

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“Papas Fritas” y Bruce Wayne son identidades espejo. De dos lados distintos.

Muchos dudan de la veracidad de la quema de papeles. Pero si tienes fe en el acto, como lo han tenido los medios internacionales, suponiendo que es efectivo, lo impresionante es que somos nosotros el objeto central de la exposición: el pagaré vuelto cenizas es transgresión y puede ser interpretado como un llamado a tomar armas propias contra la usura, como algunos conservadores de panel televisado han declarado. Otros vemos un llamado a la pérdida del sujeto perdiendo miedo frente al poder, que lo sostiene coordinadamente. El sujeto si pierde su rol en la ficción que es el día a día, el acuerdo social de mantener los papeles como una verdad (en este caso pagarés de una estafa) se humaniza, porque deja de ser actor y pasa a ser persona. Una persona, no un individuo, la sociedad, no el sujeto social. Y desde ahí vivimos la posibilidad de enfrentar el horror: los chicos de la Universidad del Mar creyeron que iban a recibir una educación que los iba a hacer surgir, no empantanar en deudas. “Papas Fritas” grita “corran libres”.

Desde esa esquina, todos (me incluyo) quedamos fuera de juego. Los periodistas de matinal corren a perseguir a Francisco, hablan de su seudónimo sin entender, llaman desde la escasez de imaginación a creer cada centímetro con gravedad de lo que se escribe y se lee. Acosan y buscan la dirección y se transforman sin darse cuenta en persecutores del héroe de los indefensos. Como en Batman, donde la policía comienza a perseguir a quien podría ser su principal aliado. Acá, los chicos que ganan una miseria escribiendo notas periodísticas malas se vuelven persecutores de ellos mismos: probablemente si “Papas Fritas” fuese un chico artista que sale con el grupo Astro podría ser una portada de papel cuché y estar en la fiesta electrónica del fin de semana. Pero no es así: “Papas Fritas” está más cerca conceptualmente de la completada.

En esa reinterpretación de la horizontalidad, donde los medios sin darse cuenta transforman los periodistas en los jueces. Incluyendo un personaje de ficción que se autodenomina “jueza” en pantalla. Un escenario dantesco pero no menos revelador.

En lo de “Papas Fritas”, la acción de arte más notable de los últimos años (no es la primera de su autor, un genio admirable) los objetos somos nosotros, que le damos valor a un grupo de mercachifles que han almacenado unos papelitos. Y si un día nos damos cuenta que los papelitos no son tan importantes y que valen mucho más las personas, o la dignidad, que la compra de un título que suponemos finalmente nos lo entregan como si fuese la compra en un supermercado de una promoción de bebida con papas fritas (ja), literalmente vamos a construir algo nuevo, una nueva acción de arte liberadora que se podría llamar “pasar a vivir nuestra propia vida”.

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