Los reconocidos payasos del circo de Los Tachuelas han hecho probablemente el mejor acto humorístico de su vida: a propósito de las críticas sobre el uso de animales en su espectáculo (shows, digamos y alejándonos del populismo, bastante primitivos tanto en el uso del lenguaje como su propuesta artística) se han dedicado a distribuir panfletos en contra de los grupos animalistas.
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Estos papeles que se muestran en redes sociales plantean que hay que tener cuidado con estos grupos “que pueden hacer cambiar la conducta de su hijo” y para rematar agregan: “Señores padres, cuando su hijo se acerque a un grupo de defensores de los animales, tome precauciones, infórmese de su origen, nacionalidades (WTF), religión ¿quiénes los financian? ¿en qué trabajan?”.
¿Qué daño podrían hacer los animalistas, a nivel creativo, a un espectáculo circense? Poco si los dueños de los circos fueran tipos dispuestos a hacer arte y ganar dinero por eso y no anteponer el bolsillo y la crueldad. En síntesis lo que mata al circo con animales es que no poseen la creatividad (y por tanto el trabajo) necesaria para hacer sobrevivir un espectáculo solamente compuesto de humanos.
Luego, el mismo panfleto usa uno de los argumentos más asquerosos esgrimidos por el conservadurismo chileno con tal de continuar la tortura animal, léase por ejemplo el famoso rodeo, disfrutado por supuesto por millonarios terratenientes que no tienen nada más inteligente que hacer que pegarle a una vaca. Unos genios por supuesto de los cuales siempre me pregunto: ¿de qué colegio vendrán para hacer semejante tontería?
“Nuestros patrones son el público y nosotros obedecemos lo que nuestros patrones desean: CIRCO TRADICIONAL CON ANIMALES”.
Bueno, en este caso si sacan al elefante o al león, se van a quedar los animales más salvajes de todos: las personas que trabajan en el circo. Las tradiciones son la forma en que los conservadores tratan de aferrarse a un pasado donde nadie los controlaba y ahora que hay cierta conciencia colectiva, se tratan de llenar la boca con un pasado inhumano.
En nuestro país hay muchos defensores de este tipo de daño, para única diversión del hombre. Un capricho que debimos haber solucionado con el tiempo, por ejemplo, es el de los zoológicos: la organización EligeVeganismo investigó los zoos Metropolitano, de Buin, Serena, Lampa y Quilpué y a través de diversas imágenes desmintieron la preocupación que hay de estos presos de la naturaleza. Los animales sufren cuadros de zoocosis y estrés, automutilándose, deprimiéndose y soportando golpes y miedo a través de jaulas que generan los visitantes a los lugares.
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Chile es una nación que tolera demasiado al torturador de toda forma y creo que en estas acciones se refleja la permanente negación de eso. Tenemos miedo de encararlos y protestar frente a ellos, ya que nos podemos ver “imponiendo una verdad”. A mí me tiene bastante harto de que el mundo avance y acá se traten de tapar los ojos frente a ésta y otras realidades. Sin preocupación por nuestros hermanos animales, y comercializando sufrimiento para que disfruten niños, que sin duda, son muchos más sensibles frente a un discurso que varios adultos caprichosos que creen que la diversión depende de maltratar.
No me considero vegano ni animalista, pero creo entender sus motivaciones, ya que de alguna manera combaten expresiones culturales de nuestra carente humanidad. En conclusión, generalmente los animales somos nosotros.
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