La señora S. vive en la comuna de Macul. Su hija falleció víctima de una extraña enfermedad. Ahora encabeza una agrupación que recauda fondos para ir en ayuda de otros niños que sufren el mismo mal.
PUBLICIDAD
Me contactó para que animara un bingo en Rancagua. Llevé a un amigo. Fuimos en mi auto. Mi amigo es deportista. Entrena en el Centro de Alto Rendimiento. Hace unos años tuvo la misma enfermedad, pero se recuperó. En el evento recaudamos harta plata.
Nos fuimos de vuelta a Santiago. Llevamos a una muchacha joven que había participado en el bingo haciendo de modelo. Ella tiene a su hermano enfermo. En un momento miré para el asiento de atrás, y vi cómo la mamá organizadora del evento masturbaba a mi amigo deportista por debajo de la chaqueta.
La modelo, a mi lado, en el asiento del copiloto, dormía, o se hacía la dormida. Yo seguí manejando. Pensé tomar la mano de la promotora y ponerla en mi entrepierna. Lo hice. Faltaba media hora para llegar a Santiago. El viaje se me hizo más llevadero.
Tenía un vecino que se llama Gabriel García Márquez, igual que el escritor. Trabajaba en una oficina de cobranzas judiciales. No le gustaba leer, menos escribir.
Le decíamos ‘el basurero’, porque comía y tomaba de todo, en exceso. Fumaba dos cajetillas de cigarros diariamente.
Tenía 36 años. Era solitario. Era depresivo. No tenía familia ni amigos. Tenía un soplo en el corazón. Se ponía violento con trago. Manejaba borracho. Le habían quitado la licencia, pero manejaba igual. Le gustaba la velocidad. Le encantaban las prostitutas. No usaba preservativo. Consumía cocaína. No funcionaba sexualmente cuando se drogaba. Tomaba viagra. Falleció el 17 de abril. Fue una CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.
Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro