Luego de una larga batalla (llena de injustos ataques y desprecio a los creadores nacionales) la ley de música chilena en radios ha sido aprobada en el Senado.
El proyecto ahora vuelve a la comisión de Educación y será votado en particular. Habrá indicaciones por supuesto para mejorarla, pero este paso es histórico para los talentos nacionales, que tendrán más espacio para mostrarse en el espacio radioeléctrico público. Nuestra selección chilena músical tendrá cancha local, luego de ser celebrados en todo el mundo. Pero atención: esto demanda un compromiso importante.
Ese compromiso con creces ha sido cumplido por músicos y productores: el sonido de nuestra música conquista al mundo. Ingrese a Spotify o Youtube y mire los números de los videoclips y su factura. Hay una camada consolidada lejos de la mirada de las grandes corporaciones discográficas (Gepe, Javiera Mena, Ases Falsos, Manuel García, Chinoy…) que junta gente. A la vez hay un grupo de notables que vienen (Prehistoricos, Niño Cohete, Fármacos, Me llamo Sebastián y un sin número gigante) que están conquistando plazas en los corazones de la gente.
Los de antes, los de ahora y los que vienen saben que tienen que invertir en sonar mejor. Lo hacen, pero ahora van a tener que escucharlos los que ayudan a desarrollar industria, que son los muchachos de las radios. La gente de la radio ama la música, se nota en sus años creando espacios. La Rock&Pop de los 90 generó una audiencia militante en bandas como Chancho en Piedra o Los Tres. Esa gente construyó algo que podemos volver a repetir junto a una suma aún más gigante: la de las plataformas digitales.
Por eso el compromiso debe venir desde las industrias de la comunicación. Debe venir de nosotros, los que trabajamos en medios. Es muy simple ese paso: es hora de trabajar.
Trabajar es investigar nuestra música (como lo hace Radio Uno o Cooperativa), darle espacio, vestirla de contenido local, desarrollar un discurso propositivo, asumir en equipo con ese grupo la creación de un espacio más grande.
En mi experiencia, ha sido maravilloso trabajar con músicos chilenos: he dado conferencias en España, México y Brasil sobre televisión digital, ya que en este país en el mundo online se hacen cosas de vanguardia y lo mejor fue encontrarme con jóvenes en las conferencias que partieron conociendo los espacios donde trabajamos gracias nada más y nada menos que a los artistas que llevamos a los shows en Youtube.
Por eso, y muchos lindos momentos, soy muy agradecido del rock chileno y su gente buena e inteligente: Fernando Milagros, Nicole, Don Roro y Sinergia, Leo Quinteros, el dios Jorge González, Los Jaivas, Los Bunkers, todos ellos están en mi lista de Spotify que comparto con amigos. Y sé que muchos lo hacen.
Ellos son parte de los que están iluminados -creo que Milagros y Quinteros merecen mucho más, no tengo duda -pero para que esos prejuicios de que “sonarán los de siempre con esta ley” se extingan, no dependemos de ellos. Dependemos de la inversión creativa de los grupos radiales, del trabajo de los promotores, de los periodistas de rock que den el paso más allá del egoísmo de creer que “controlan el gusto” de una nación.
Estamos en la era de la colaboración, de las ideas, de la conversación. Estamos en la primavera hippie de las redes sociales (que vamos a extrañar, digamos, cuando a lo Snowden se nos apague la libertad) y por eso tenemos que crear más. Estamos en la época en que en los festivales de rock gigantes los que hablan nuestro idioma se elevan más y más. Estamos juntos en una batalla conjunta por la creación.
Artistas chilenos: acá tienen un socio que no tiene miedo.
Y espero que el resto de los que trabajan conmigo, que son buenos también, que son amables, que creen en un país construido en conjunto, que sienten que hay que decir no a la discriminación, que saben que tenemos que seguir adelante en la construcción de una educación mejor para todos tienen que estar corriendo en ésta. Y sé que podemos.
Hace años yo escribí en estas mismas páginas una visión desconfiada sobre cómo afectaría una idea así a la industria radial. Pensé que no valía la pena. Que coartaba libertades. Qué equivocado estaba y qué egoísta fui. Luego de ir y venir, luego de crecer y tener más experiencias, luego de empezar a creer en los equipos, en las personas, en los otros, creo que es parte de darnos la mano y dialogar el celebrar la creación de otros.
Viva Chile mierda.
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