Nicanor Parra está celebrando cien años. El 5 de septiembre es, efectivamente, su cumpleaños. Y eso le corresponde celebrarlo a él, a su familia, a sus amigos. Como lectora, me interesan los 77 años que se cumplen desde su primera obra publicada, Cancionero sin nombre, y, de manera más relevante, los sesenta años de Poemas y antipoemas; y esa es una muy buena razón para celebrar. “Una vez andando / Por un parque inglés / Con un angelorum / Sin querer me hallé”. Esos son los versos que abren “Sinfonía de cuna”. Cuando yo leí por primera vez ese poema, el texto ya estaba posicionado, canonizado; de hecho, con posterioridad a mis lecturas hogareñas, gracias a una edición que mi padre tenía de Poemas y antipoemas, debo agregar las lecturas que hacíamos en clases: era un texto que estudiábamos en el colegio, junto con las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manríque. Y, sin embargo, eran versos que nos motivaban, al principio eran divertidos, supongo, pero, más allá de eso, extendían hasta lugares impensables en ese momento, el lenguaje y la forma de ver el mundo.
PUBLICIDAD
La antipoesía no fue creación de Parra, aunque hoy en día –o para la generalidad del público- así lo parezca. De hecho, resulta complicado encontrar referencias a la antipoesía que no remitan a la figura del poeta chileno. Es cosa de dar unas vueltas por Google y ver que cada artículo y entrada no habla de antipoesía, sino de antipoesía parriana. Y, sin embargo, el concepto ya existía. Benedetto Croce en su La Poesia (1935), ya incluía un acápite sobre la relación entre poesía, no-poesía y antipoesía. Para ese entonces todavía no se publicaba Cancionero sin nombre, el primero poemario de Parra. Claro que Croce no está hablando propiamente de lo que Parra luego convertiría en algo propio. Croce habla de lo “feo poético”, aunque dice mucho más por supuesto, de la misma manera que la antipoesía implica algo mucho mayor que incluir en los versos decires coloquiales. Hay muchos poetas que han llevado el habla cotidiana a sus poemas y eso no los hace antipoetas.
La antipoesía habla de lo contradictorio al interior del texto, de entregar un “contratexto”, en palabras de Federico Schopf. Un antipoema no es, entonces, simplemente la negación de las tradiciones poéticas preexistentes, no es solo un texto plagado de refranes y formas coloquiales de habla; implica una forma distinta de organización interior, que, por supuesto, utiliza esos elementos. Vuelvo a citar a Schopf cuando dice que estos poemas en vez de poetizar la realidad, realizan la poesía. De cierta forma, desnudan la realidad, la poesía, el lenguaje.
Así que, cómo no celebrar el cumpleaños de Poemas y antipoemas y junto con ello pensar en que la biblioteca parriana es extensa, que no se agota en ese texto autofundador. No me interesa nombrarlos todos, aunque sí recordar Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui, que tiene casi cuarenta años, pero cómo mantiene o cobra cada vez sentido: “Distinguidos lectores: en estos momentos / os estoy escribiendo en una enorme máquina de escribir / desde el escritorio de una casa particular / eso sí que ya no vestido de Cristo / sino que de ciudadano vulgar y corriente…”. En todo caso, no es propio de la antipoesía el guardar su frescura. Al menos cada vez que leo, por ejemplo, a Emily Dickinson, siento que escribió apenas unas horas atrás. Pero hay que admitir que es bastante difícil mantenerse como contratexto cuando se está más bien institucionalizado, que se recibió el Premio Nacional de Literatura y se postula al Nobel. Pero que no sean las estructuras circundantes las que definan a la poesía.
Lo mejor de los aniversarios es que son una excusa perfecta para leer, para llamar a leer, para releer, para leer por primera vez, para caminar por un parque inglés y encontrarse con quién sabe qué cosa.
Columnas y reseñas de libros en http://buenobonitoyletrado.com/