Columna de Juan Manuel Astorga: "Que Dios los pille confesados"

En su balance de fin de año, ésta no figurará como una buena semana para la Iglesia Católica chilena. El miércoles quedó golpeada por el fallo contra uno de sus más emblemáticos sacerdotes, a quien se le consideró culpable de abuso sexual contra una menor. Tres días antes, se instaló otra controversia, muy distinta, al revelarse que alguien –no se sabe quién- decidió iniciar un proceso de cuestionamientos ante el Vaticano contra tres respetados curas porque sus dichos se alejarían de la doctrina del catolicismo…

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Vamos por parte. El sacerdote irlandés nacionalizado chileno John O’Reilly, líder de la controvertida orden religiosa Legionarios de Cristo, no es cualquier cura en Chile. Respetado entre los círculos de mayor poder en el país, fue considerado culpable de abuso sexual reiterado contra una menor entre marzo y diciembre de 2010 y entre marzo y julio de 2012, en el colegio Cumbres, un exclusivo establecimiento del sector oriente de Santiago, donde se desempeñaba como líder espiritual. De acuerdo a la sentencia pública, hay pruebas suficientes para acreditar que abusó de la menor que hoy tiene nueve años.

La sentencia sobre cuántos años de cárcel deberá cumplir se conocerá el próximo 11 de noviembre, pero la sola confirmación de su culpabilidad es un mazazo. Y noquea no sólo a la Iglesia, sino que también a la élite, porque O’Reilly, de 68 años, es uno de los sacerdotes más influyentes de nuestro país, a quien incluso el Parlamento le había otorgado la nacionalidad chilena por gracia por su “preocupación en la formación de la juventud”. Por años este religioso irlandés, quien llegó a Chile a mediados de los 80, fue la cara más visible de la ultra conservadora Congregación Legionarios de Cristo. De acuerdo al sitio Poderopedia, O’Really “es el responsable de que su movimiento haya entrado en la élite empresarial y política criolla”, algo que quedó nítidamente claro luego de la inserción a dos páginas publicada en La Tercera y El Mercurio hace algunos domingos, donde mil renombrados representantes de la crema y nata ejecutiva y dirigencial del país le apoyaron.

Para una porción dentro de la Iglesia, la más tradicionalista, la condena les pega fuerte. De ese mismo sector surgió hace algunas semanas, la inquietud sobre el estilo comunicacional, por así decirlo, de otros tres sacerdotes que están en las antípodas sociales de O’Really. La mirada crítica que los curas José Aldunate, Felipe Berríos y Mariano Puga han venido expresando en los últimos años sobre el accionar de la Iglesia local, derivó en una exploración de parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el Vaticano, para saber si sus palabras van en contra de las definiciones doctrinales de la institución. Lo que aún no se sabe es quién decidió iniciar esa exploración.

No es un misterio que al arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, le incomodan las mediáticas apariciones de estos tres sacerdotes, porque suelen darle en la línea de floración de la iglesia con sus miradas críticas. Por lo mismo, la primera sospecha sobre quién hizo la denuncia, recayó en el cardenal. Sin embargo, el arzobispado aseguró que Ezzati “no ha efectuado ni acusación ni denuncia alguna a la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Santa Sede, en contra de los sacerdotes mencionados”. Se sospechó también del Nuncio, quien actúa como una especie de embajador del Vaticano en cada país. Sin embargo, Ivo Scapolo, representante de la nunciatura, dijo que es el cardenal Ezzati quien “tiene el deber y el derecho de intervenir oportunamente cuando surgen problemas de carácter doctrinal con sacerdotes o fieles que residen en el territorio de la misma arquidiócesis”. Bueno, ¿cómo es la cosa? ¿Fue o no el cardenal? Otros rumores aseguran que ninguno de los dos estaría detrás de la indagatoria, sino que obispos más conservadores serían los que le pidieron a la Congregación que los castigue por sus dichos.

Es el típico mal de muchos chilenos: tirar la piedra y esconder la mano. Acusar pero que no se sepa quién lo hizo. Te conté pero no digas quién te dijo. En fin. Se entiende la idea. Si el que consideró que los tres curas se estaban alejando de la doctrina católica con sus dichos y que el Vaticano debía analizar sus planteamientos, ¿por qué no quiere decir “sí, fui yo”?

La oscuridad con que la Iglesia chilena ha manejado esta acusación -porque es eso, una denuncia ante el jefe de la curia romana- contrasta con la transparencia con la que está actuando por estos mismos días ese jefe, el papa Francisco.

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El Pontífice convocó a un sínodo -algo así como una reunión de obispos de todo el mundo- para preparar otro que tendrá lugar en un año más y que pretende poner al día a la iglesia en temas de familia. El último se realizó a comienzos de la década de los 80 y ya es tiempo de adaptar la mirada católica a la realidad del siglo XXI. En el encuentro que tiene lugar por estos días en Roma, se analizan temas valóricos, como la diversidad sexual o la anticoncepción. Paradojalmente el representante de la Iglesia chilena en la cita es Ezzati.

El objetivo del papa Francisco es llevar a la Iglesia Católica al terreno de la tolerancia. Ya se conoció el primer borrador con el resumen de las 265 intervenciones pronunciadas durante la primera semana y la conclusión inicial es que la Iglesia, a veces demasiado inclinada a condenar literalmente con las penas del infierno a los pecadores, ahora se esfuerza por acercarse a homosexuales, parejas de hecho, divorciados vueltos a casar, etcétera. Es decir, los excluidos.

No se trata de cambios que vayan a hacerse ahora porque, de hecho, hay un sector no pequeño dentro de los obispos que son más reacios a abrir tan fácilmente las puertas de la iglesia a los que parecen haberse apartado del camino que las doctrinas mandan. Pero lo interesante de estas diferencias es que todas han sido de frente. No sólo entre ellos, sino que de cara al resto del mundo. Las opiniones de cada obispo han quedado publicadas en el primer borrador que se conoció hace algunos días. Vienen con nombre y apellido. Nadie las maquilla y mucho menos, las ocultan. Mientras allá se sabe lo que dicen y quién lo dice, aquí nos enteramos por filtraciones a la prensa.

Como lo dijo el filántropo y activista social Benito Baranda, “en la iglesia, estamos participando en el Sínodo de la Familia, donde se hablan muchos temas, como el divorcio, el matrimonio homosexual y la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales. Ese es el nivel en que el papa Francisco nos invita a participar. Hay que saber dialogar dentro de la Iglesia”.

Allá debaten. Aquí se acusa. Y mientras tres sacerdotes quedan cuestionados por plantear sus puntos de vista a todos, el acusador prefiere ocultar su identidad. Una mala idea para una iglesia chilena que ya está en capilla. Por último, no suena muy sensato sentar en el banquillo de los acusados a tres hombres valientes, más si esta misma semana perdió a otro de sus integrantes por haber cometido un delito. Que a todos, Dios los pille confesados.

A todo esto

¿Qué fue lo que dijeron los sacerdotes que hay tanto revuelo? Entre sus críticas, Mariano Puga, planteó que “los que más se oponen al aborto son los que menos se preocupan de esa guagua si en el futuro es pobre”. En el tema del aborto, dijo estar de acuerdo con él cuando sea en casos límites y que “hay que dejar que la mamá decida en estos casos”. También que “la Iglesia, en vez de ser la que destruía el concepto de clases, lo fortaleció: colegios para los pobres, otros para los indígenas, otros para la clase alta”.

José Aldunate, se declaró a favor del matrimonio homosexual, porque “tiene derecho a amar y compartir su vida con otra persona”. “La Iglesia es anticuada”, dijo el sacerdote jesuita. Algo parecido planteó hace unos meses Felipe Berríos en el “El Informante” de TVN: “Son hijos de Dios, Dios los creó homosexuales y lesbianas, y Dios está orgulloso que ellos sean eso. El problema está en nosotros. Yo soy célibe, yo abandoné tener hijos y mujer, porque entiendo que la sexualidad es mucho más profunda que un instrumento de reproducción”.

*Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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