Columna de Magdalena Piñera: No experimente con mis hijos

“No experimente con mis hijos” es una de las frases que más se repite en los letreros que miles de padres levantan en todo Chile contra la Reforma Educacional. Pero mucho más que una consigna, esta frase representa la diferencia sustantiva que distingue al Transantiago de la Reforma Educacional, y que explica por qué tantas familias rechazan esta última.

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Es cierto que ambas políticas públicas tienen mucho en común. Partiendo por la semejanza más obvia: su principal impulsora es la actual presidenta. Pero también comparten su origen, tanto el Transantiago como la Reforma Educacional, vienen de la elite. Ambas se hicieron sin estudios previos de impacto, el mismo ministro Eyzaguirre reconoció que no tienen idea de cuántos colegios podrían cerrarse. Además ambas son “reformas estructurales” diseñadas por ideólogos con el fin de “mejorar” la vida de la mayoría. Y finalmente, también se parecen en que sus consecuencias no afectarán en nada a sus autores intelectuales pero sí a la gran mayoría de los chilenos.

Sabemos que esos “otros chilenos” aún sufren los efectos del Transantiago. Sin embargo, esta vez y a diferencia de lo que pasó con el Transantiago, esos “otros chilenos” no están dispuestos a que el porvenir de sus hijos sea amenazado por la nueva receta social que quieren probar los ideólogos de turno. Porque una cosa es resignarse a tener que usar diariamente un transporte público deficiente y otra, muy distinta, es permitir que perjudiquen la futura calidad de vida de nuestros hijos y mi derecho a elegir la educación para ellos.

Por eso el “No experimente con mis hijos” interpreta tan profundamente a las decenas de miles de padres que marcharon el pasado sábado por Santiago. Es una forma de decirle a los ideólogos: si tu reforma es tan buena ¿por qué no la aplicas también a tus hijos?. Y es que cualquiera desconfiaría de aquellos cocineros que no están dispuestos a probar el sabor de su propia receta.

¡Y cómo no desconfiar! Si la receta de “mejor educación” del gobierno no apunta a mejorar la calidad de la enseñanza sino sólo a cambiar su forma de financiamiento y restringiendo la libertad de educación. Creer que la calidad de un colegio aumentará porque su propiedad pasará al Estado es tan absurdo como pensar que el valor nutricional de una comida depende de quién sea el dueño del plato en que se sirve.

Es cierto, es absurdo, pero eso es justamente lo que dice la receta de la Reforma Educacional: la educación será buena si el administrador del colegio no recibe beneficios económicos o si es el Estado. ¿Y qué pasa con la capacidad docente y la motivación de los profesores?, ¿o el ambiente del colegio?, ¿o los contenidos de las asignaturas?. La receta ni los menciona.

Precisamente esos son los aspectos que sí les preocupan a los padres que marcharon. Una caminata familiar y sin violencia ni encapuchados. Algunos influyentes tuiteros calificaron en redes sociales como clasistas o arribistas a esas mamás y papás que participaron, como si cuando el movimiento social sostiene las ideas de la izquierda es sabio y justo, pero cuando las rechaza, son ignorantes.

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Es lo que pasa con los ideólogos y sus recetas para otros. Muchos son partidarios de la “inclusión” y de la educación pública, siempre y cuando sea para los demás, no para ellos ni sus hijos que estudian en colegios particulares pagados que seleccionan (me atrevería a decir que sin excepciones). Es la misma actitud del tecnócrata que alaba la modernidad del Transantiago pero que no se baja de su auto.

Las opiniones expresadas aquí no son responsabilidad de Publimetro

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