Columna de música de Jorge Rodríguez: Los chavales Serrat y Sabina

La historia comienza así… En 2007, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina deciden afrontar una gira latinoamericana con la buena excusa de juntar repertorios y divertirse (era que no). “Dos pájaros de un tiro”, el nombre del tour, fue un éxito rotundo. Pero algo los inquietaba… Si hubieran repetido el formato, daban margen para que se los etiquetara como meros entretenedores que se suben a un avión para facturar. Algo que no es condenable, por cierto, pero que no linkea con su condición de gigantes de la canción testimonial española e hispanoamericana.

En beneficio de todos, los cantautores tomaron el camino más largo y dieron vida al disco “La orquesta del Titanic”, que, a su vez, sirvió de excusa de un nuevo periplo por nuestro continente. Esa gira de 2012 se llamó “Dos pájaros contraatacan” y, ante la sospecha de que sería la última, surge “El símbolo y el cuate” (CD/DVD, $14.990, en tiendas de discos), película editada como DVD complementario de un CD en vivo de 17 canciones.

“Todo empezó junto al mar”, se lee al comienzo del efectivo filme de Francesc Relea, e inmediatamente se ve a estos dos chavales planeando su nuevo espectáculo en Menorca y Cádiz. Será la única referencia visual a España, ya que el resto ocurre al otro lado del Atlántico, con la expresa intención de revisar el vínculo que cada uno edificó allí.

Una de las vertientes de este homenaje transcurre por la profunda relación amorosa que sostienen Serrat y Sabina con su público: “He visto aquí cosas que sólo aquí ocurren; por ejemplo, caminando con Serrat en la Ciudad de México o Buenos Aires, que un taxista se baje en medio de la calle para pedirle un autógrafo”.

Una línea discursiva más es la historia política; en ella es Joan Manuel Serrat quien lleva la batuta. Un compositor y cantante que lleva varias décadas cultivando a su público en este continente, atestiguando y siendo víctima a la vez de algunos de los regímenes de los que se guarda dolorosa memoria.

Pero el documental incluye, por supuesto, también música: las canciones favoritas en uno y otro país, el público que canta, las entrevistas que se les han hecho, los amigos entrañables, las reflexiones, imágenes de la cotidianeidad durante el recorrido de un continente casi de punta a punta. Se reproducen momentos emotivos e inolvidables, como cuando Serrat regresa al hospital oncológico infantil de Buenos Aires, esta vez acompañado de Sabina y cuatro músicos más para ofrecer un pequeño concierto, casi íntimo, a los enfermos y sus familiares.

El ir y venir comienza en México, donde Serrat fue recibido luego de que el franquismo ordenara su persecución, y Sabina disfruta de que su “Y nos dieron las diez” sea el himno entre los mariachis de la plaza Garibaldi como canto popular anónimo. Sigue en Buenos Aires, con Ricardo Darín y Estela de Carlotto como estandartes de la narración sobre la parábola “Conquista (1969) – Prohibición (1976-1983) – Reconquista (1983)” de Serrat, y con el mismo Sabina contando cómo se cumplió la profecía de “Con la frente marchita”, su tema dedicado a una chica montonera.

La gira también da vueltas por Rosario, Argentina, Lima (se toca la prohibición tácita que el fujimorismo hizo de Joan Manuel y que de ahí es la mujer de Joaquín), Santiago de Chile (tremenda historia) y Montevideo (cenan en la casa de Eduardo Galeano). En todos los casos, Serrat es sinónimo de hermandad que germinó en años de resistencia, mientras que Sabina, un adorable espía de costumbres y tradiciones con el que se sintoniza “al toque”. Algo que a estas alturas no sorprende a nadie y todos agradecen. 

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