Nunca he utilizado esta tribuna para resaltar mis logros profesionales o personales o para jactarme de algún triunfo ocasional, como si lo hacen otros columnistas de este mismo diario. Nunca he usado las páginas de este periódico para ejercitar mi ego ni solazarme con mis propias ideas, como lo hace la mayoría de los que aquí escriben sus columnas (Joel Poblete, sacerdote Hugo Tagle). Tampoco busco descalificar a nadie.
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Tampoco he usado este diario para vender mi imagen, no soy ni agudo, ni rebelde, ni consecuente, ni tengo las ideas claras, tampoco soy culto, ni estoy bien informado y no busco trabajo (Raul Sohr, Vasco Moulián).
Aquí sólo escribo lo que me sale, el único momento de la semana en que me permito ser sincero, en soledad, frente al teclado, inclinado como en un confesionario (me gustó eso del confesionario, no sé de dónde lo habré sacado), en el único momento del día en que no miento, porque nadie cree lo que cuento, y porque todos creen que es mentira, es que puedo decir la verdad. Total nadie me cree (o no les importa).
Como les dije, no uso este medio para promocionarme.
Pero hoy quiero hacer una excepción y contarles en qué estoy, en qué ocupo mis tardes y algunas mañanas, a ver si se animan y me siguen.
Por estos días trabajo en el Instituto Nacional de la Juventud, esa es mi nueva trinchera; a diario lidero un programa que se emite por la radio de Injuv, Injuv.FM.
Todos los días me instalo frente a un puñado de jóvenes que me siguen: mis colaboradores (dos) y los pocos auditores que me sintonizan (cerca de 80), pero espero que cada vez sean más.
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El programa dura una hora, pero no es un programa, tampoco es un show, es más bien un ejercicio libertario donde como joven, y cuando hablo de joven no me refiero a mi edad cronológica, de hecho tengo 41, aclaro mis ideas y declamo mis principios y valores.
Me gusta el liderazgo que ostento, porque no fui designado por nadie, y porque soy fuerte y débil. Como siempre con un pie en el dios Apolo, el dios de la guerra, y otro en Dionisio, el dios del vino ; me gusta la juerga, pero también la lucha.
Y soy el líder de estos jóvenes desorientados porque dentro mío habitan decenas de jóvenes; aquí dentro hay un gamer, una estudiante de Prevención de Riesgos, un estudiante de Periodismo y un rapero de provincia.
Y soy joven porque siempre parto de nuevo, porque siempre vuelvo a nacer; yo no resucito, yo sólo vuelvo a nacer, por eso conmigo nunca pueden matar al padre.
En esta cruzada me acompaña Rodrigo, “El Káiser, un actor de 30 años retirado, ex galán de teleseries que no alcanzó a actuar en ninguna, aficionado al Tinder, a los tríos y al sildenafil, y Felipín, conocido también como el “Mono Bubbles”, ex junior de 19 años, de dentadura completa, oriundo de Licanray, sin estudios, sin experiencia, pero fuerte como una mula de carga, inteligente como un papagayo (son muy inteligentes), y fiel como un chimpancé; de ahí el apodo de “Mono Bubbles”, en honor al mejor amigo que tuvo Michael Jackson en vida: su mascota y fiel compañero, un mono que lo acompañaba en sus presentaciones y que dormía en una cuna en su pieza; tal como lo hace Felipín conmigo.
Como les dije al principio, nunca utilicé esta tribuna para hacerme promoción, esta vez tampoco, pero estoy desesperado, sólo los invito a que sintonicen mi espacio, y si quieren se unan a nosotros. De alguna manera soy Giorgio Jackson, pero también Alejandro Navarro y un poco Marcela Sabat.
Te espero todos los días a las 10 am y a las 17 pm por Injuv.FM (www.radio.injuv.cl).
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