¿Qué tan difícil es "vivir de la música" en nuestro país?

 

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Andrea Palma

 

Hace treinta o cuarenta años atrás que un hijo expresara a sus padres su deseo de dedicarse a la música era casi como levantar una declaración de guerra en el seno familiar. El dicho “del arte no se vive” era afirmación compartida por gran parte de la sociedad chilena, por lo que muchas veces las familias prohibían a sus hijos optar por la música como una profesión.

Una experiencia así tuvo Mario Barrueto, baterista de la banda chilena Sexual Democracia. Su padre se opuso firmemente a que su hermano mayor y cualquiera de sus hijos se dedicaran a la música. La muerte temprana de su progenitor fue lo que permitió que él tuviese una suerte distinta.

Sin embargo, hoy las cosas han cambiado y esta suerte de mala fama de las actividades artísticas ha mejorado mucho. El mejor ejemplo es el mismo músico, quien lleva más de 20 años de carrera. Del mismo entorno donde se crió Barrueto han emergido músicos como Andy Baeza, actual baterista de la cantante, Nicole y Manuel Paez, baterista de la orquesta última edición del Festival de Viña del Mar-, todos dedicados a vivir de su trabajo en la música.

Por eso, Barrueto piensa que actualmente en Chile es posible “vivir de la música” pero destaca que para hacerlo tienes que tener perseverancia. “(Hay que) sacarse la cresta. No puedes parar”, asegura. “Hay muchas cosas en el entorno que si no tienes fuerza para seguir, te botan anímicamente”, dice, refiriéndose a sus inicios, donde tocaron muchas veces en lugares sin público, con instrumentos prestados, sin plata ni para la comida.

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A pesar de los duros comienzos que enfrentan los músicos, es la percepción de los chilenos la que parece haber cambiado. “Ahora es hasta “in” tocar algún instrumento (…) el hippismo es top”, relata Mario, en referencia a como los padres actualmente comprar implementos musicales para sus hijos, los van a ver a conciertos y los apoyan cuando deciden estudiar alguna carrera relacionada como Ingeniería en Sonido o Composición Musical.

El problema que persiste para los músicos chilenos según Barrueto es la falta de apoyo por parte de las instituciones públicas, sobre todo frente a la embestida de la música proveniente del extranjero. “Cada vez hay menos lugares donde tocar, (…) cada vez pagamos más plata por ir a un recital de Romeo Santos que a uno de Los Tres o de Congreso”, reclama el baterista.

A una conclusión similar llegó durante el año pasado el estudio “El papel de las políticas públicas en las condiciones laborales de los músicos en Chile”, publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Para los expertos las principales problemáticas de los músicos nacionales se relacionan con la falta de normas que regulen el trabajo artístico independiente, la debilitación de los sindicatos que los agrupan y la existencia de un sistema que funciona a través de la entrega de fondos públicos concursables, sin la existencia de un plan estratégico a largo plazo.

 

Barrueto hace hincapié en que la culpa de este desconocimiento y bajo consumo que tiene el público de la música chilena, es compartida y que las radios también son responsables, ya que no pasan el trabajo de los músicos nacionales. Por esa razón, él se muestra de acuerdo con la Ley de Fomento de la Música Chilena que fue despachada esta semana por el Senado, y que una vez promulgada por el gobierno impondrá a las estaciones radiales que al menos un 20% de la música que por ellas se transmita sea de producción nacional, entre otra serie de medidas.

Independiente de los problemas “vivir de la música” parece más posible en nuestro país que hace 3 décadas atrás. Aun así la realidad nacional es que muchos músicos desarrollan proyectos paralelos de emprendimiento -como Barrueto que hace ya varios años tiene su empresa, Plásticos Sacca- y se desempeñan en otros puestos laborales, sólo para poder complementar sus ingresos.

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