Recién había dejado de sonar «Right now», el primer tema escogido por Korn para abrir sus show en Sudamérica cuando Robert Trujillo se aproxima al lado derecho del escenario, saca su celular y comienza a grabar a su hijo Tye enfrentando a un desenfrenado público que se disponía para saltar con «Here to stay».
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Dos descargas que anunciaban un intenso show y que dejaban en claro que, pese a que un grupo de seguidores habían manifestado su descontento y dudas por la presencia del joven bajista, esto poco importó a las 4300 personas que repletaron el recinto de San Diego. Es más, al final de la canción, el grupo de fanáticos que se encontraban más cercano a Tye Trujillo comenzó a aplaudirlo.
Con doce años, el músico se instaló entre Jonathan Davis y Brain Welch y siempre fue el que más se abalanzó a la cornisa del escenario con gran personalidad.
Tras «Insane», Davis conversó con el público por primera vez. «Me encanta venir a Sudamérica. Me gusta escucharlos gritar y cantar. Me hace sentir muy bien», dijo antes de hacer que el público empezará a gritar el coro de «Y’All want a single». De ahí en más, la intensidad del show no bajó. El sonido, que durante los primeros temas sonó sucio y saturado, fue mejorando. Un setlist que en su primera parte tuvo solo dos canciones nuevas, entre ellas la mencionada «Insane», una de las mejores de «The serenity of suffering», y que estuvo centrado en repasar lo mejor de su carrera durante la década del 2000, dejando de lado tres de cuatro de sus discos publicados en esta década. Tras casi una hora de show, y después dos solos seguidos de bajo y batería, Korn revisó sus clásicos como «Blind», «Twist», «Falling away from me» y rematar con «Freak on a leash».