Anita, Andrés, Ricardo y Rita. Ellos son los cuatro particulares y entrañables personajes centrales de «Los niños», el premiado documental de Maite Alberdi sobre un grupo de adultos con síndrome de Down que buscan desarrollar sus vidas, a pesar de las dificultades que enfrentan de parte de una sociedad que no valora suficiente su trabajo -es legal pagarles menos que el sueldo mínimo- o de sus mismas familias que no logran comprender las ansias que «los niños» tienen por justamente dejar de ser tratados como infantes.
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Para la directora del también laureado documental «La Once», en el que mostró a un personaje secundario con estas características, la necesidad de profundizar en el tema se explica en parte por un asunto biográfico. «Yo creo que es una pregunta de mi familia y de muchos padres, ¿qué va a pasar con ellos el día en que los padres no estén?». Una disyuntiva especialmente compleja al considerar que hace unas décadas la expectativa de vida de quienes tienen este problema no era de más de 25 años de vida, mientras que hoy llega a las seis décadas. «Sus padres nunca pensaron que iban a llegar a ser adultos y que los criaron como niños», dice Alberdi.
Según la realizadora, en este contexto y con esta preocupación de fondo, surge la idea de buscar adultos con discapacidad intelectual que son parte de un mundo infantilizado donde los tratan como niños a pesar de que ya son adultos. «Según lo que yo veía, es una generación a la que le dicen y siguen diciendo ‘algún día te vas a ir a vivir solo, algún día te vas a casar, algún día vas a tener trabajo’. Pero, claro, tienen 50 años y ese día nunca llega».
Es así como Alberdi muestra a un grupo de alumnos parte de un colegio para personas con síndrome de Down, donde la institución los ayuda a que aprendan desde tareas domésticas, como hacer la cama y lavar la ropa, a que desarrollen sus habilidades culinarias en talleres de pastelería. Además cuentan con un taller de «adultez consciente».
Ese es el mundo de Anita y Andrés, quienes sueñan con casarse y vivir juntos, además de Rita, a quien Alberdi define con cariño: «Es encantadora. Quiere comer y quiere tener Barbies». También está Ricardo, quien quiere vivir solo, pagar sus gastos y dice frases como «La suerte no existe, hay que buscarla», mientras hace justamente eso al tratar de convertirse en presidente de curso y que tiene dos trabajos que están a un mar de distancia de darle el sustento que ansía para ser autosuficiente.