Si viviésemos en Toontown, el mundo habitado por caricaturas que se muestra en «¿Quién engañó a Roger Rabbit?», Peppa Pig viviría en una mansión en la cima más elevada y su vecino sería Mickey Mouse.
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Allí, la cerdita de origen inglés no tendría piscina, sino un enorme charco de lodo, de esos en los que tanto ama saltar en la serie, o, si así lo deseara, un extenso charco de oro. Es que la serie infantil, estrenada en 2004 en el británico Channel 4, se posicionó como la más taquillera del mundo y, en la actualidad, se reproduce en más de 180 países y es traducida a 40 idiomas.
Pero Peppa no solo es líder de audiencia en los niños en edad preescolar en hogares angloparlantes, como el Reino Unido, EEUU o Australia, sino que también reina en España, Italia, Francia, América Latina y hasta el sudeste de Asia. De hecho, el programa fue lanzado en la inexpugnable China hace apenas dos años y ya fue vista más de 24.5 mil millones de veces, solo si se toman los servicios de streaming y on-demand.
Como todo caso de éxito, los inicios no fueron sencillos, aunque el escenario fue propicio para la innovación. En diálogo con Infobae, Joan Lofts, quien fue una de las primeras productoras de la serie, explicó que «cuando surgió, el Reino Unido estaba atravesando un momento económico muy difícil y duro. Los personajes, de alguna manera, consiguieron transmitir cierto confort en los corazones de los chicos y sus familias».
Además del malestar económico social, Lofts se refiere a la crisis de la animación que se produjo en el Reino Unido a finales de los ’90 y se mantuvo por casi una década, momento en el que los producciones locales perdían en audiencia con las norteamericanas, en lo que se conoce como el efecto Post-Simpsons, siendo Popetown, una serie de la BBC, el caso más emblemático con respecto a pérdidas económicas.
En ese entonces, Milles Bullough, renombrado productor de la cadena inglesa y director de Absolutly Productions, fue determinante: «Un episodio de una serie animada cuesta mucho más que cualquier sit-com en vivo y su ganancia es muy inferior».
Por ejemplo, en 1999, un episodio de Stressed Eric, emblemática seria de la BBC2, costaba 300 mil libras esterlinas, 10 mil por minutos, y 1.800.000 al final de la temporada. Las ganancias no llegaban ni a la mitad.
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«Con el aumento de la crisis mucho del dinero que se ponía en animación fue desapareciendo y esto se tradujo en menos producción, menos paciencia, menos apertura para aceptar nuevas ideas», explicó Lofts.
Entonces, cuando los creadores de la serie, los ingleses Neville Astley y Phil Davies y el estadounidense Mark Baker, tuvieron la idea de la cerdita en un pub, brindaron por la humorada, casi como quien abraza un sueño y al verlo imposible prefiere reírse de sí mismo. Un buen sorbo de humor inglés.
Sin embargo, la idea prosperó, pidieron dinero prestado a amigos y familiares y para el inicio del nuevo milenio ya se había realizado el episodio piloto.
«Yo lo vi por primera vez en el año 2000 y me llegó directamente al corazón. Es el tipo de show con el que todo productor sueña cruzarse alguna vez, pero que jamás cree que pueda ser posible», agregó Lofts, en el marco de Ventana Sur, el exitoso mercado de cine latinoamericano creado por el INCAA y el Marché du Film / Festival de Cannes con el apoyo de Europa Creativa (Comisión Europea), que ya tuvo su novena edición en Argentina.
«A pesar de que estaba convencida de que la serie valía la pena, no todos lo veían así. Se tardó cuatro años en que una cadena se interesase, como lo hizo Channel 4. Fue uno de esos casos de estar en el momento exacto, la industria buscaba ideas nuevas y el público ya había tenido demasiado de magos y aventuras», explicó quien también fue productora de Perdido y encontrado, la versión cinematográfica del precioso cuento de Oliver Jeffers.
Tuvimos que gastar mucho para hacer de Peppa posible como una idea. Sobrevivimos gastando todos nuestros ahorros. Llegó una etapa en la que casi tuvimos que separarnos y buscar nuevos trabajos para ganar algo de dinero. Fue bastante duro. Tenía que cuidar hasta los centavos y lo que compraba en el supermercado», dijo Davies en una entrevista al Mirror, donde recordó que tras el primer año al aire no llegó ni a los USD 600 de ganancias.
Paradójicamente, esa crisis, aquella falta de financiación, dice Lofts, fue determinante en una de las decisiones más importantes de la creación de la personajes: la simpleza del trazo, la ausencia de ilustraciones sofisticadas. Peppa Pig es una serie sin florituras, en el que los escenarios solo albergan lo necesario, como en una obra de teatro escolar. Su paisaje es serrano, se sube y se baja, y así hasta el infinito y algo similar sucede en los interiores, donde tampoco abundan los detalles.
Para Lofts el fenómeno no solo se explica desde el costado pictórico, a fin de cuentas, esto es solo una anécdota histórica, si puede llamársela así. El éxito, sostiene, se sostiene porque «refleja la vida en familia y también en comunidad» y eso trasciende fronteras e idiosincrasias.
El año pasado, Peppa Pig recaudó más de mil millones de dólares solo en derechos televisivos y productos de merchandising, muy lejos de los 135 millones que tuvo en 2009, cuando ya se consagró como un fenómeno mundial. Hay, en la actualidad, más de 12.000 productos de la marca, que van desde lápices, bolsas de frijoles en México a muñecos de todos los tamaños y materiales, y tiene su propio parque de diversiones en Hampshire y, además, existe un proyecto que -como Disney en Francia- pueda tener su versión europea, pero en Italia.
En 2015, el 70% de los derechos de la serie fueron vendidos a Entertainment One, que ya tenía el 15%. El gigante estadounidense de los medios, responsable de éxitos como Crepúsculo, Los Juegos del Hambre o The Walking Dead , desembolsó 190 millones de euros.
La venta -o la compra- llegó luego de una irrupción brutal de Peppa en la tierra de Mickey Mouse, donde se transmite todos los días de la semana.
Hace pocos días, Eo anunció 117 nuevos capítulos, lo que llevaría a la serie a un total de 381, más la confirmación de casi 200 nuevos acuerdos de transmisión y licencias. Por lo que el fenómeno económico de Peppa todavía no alcanzó su cenit. Desde la empresa esperan duplicar los ingresos, o sea llevarla a USD 2 billones, en solo un lustro.
«Queríamos asegurarnos de tener control sobre la propiedad de Peppa Pig en el futuro. Creemos que puede duplicar su tamaño en los próximos cinco años. Tomamos USD 1 billón en ventas minoristas en todo el mundo a través de la marca y estimamos llegar a USD 2 billones en cinco años. Peppa Pig es una gran ventaja como para no controlarlo por completo», dijo Giles Willits, director financiero, luego del acuerdo.
Si bien los creadores vendieron la propiedad de la serie, se aseguraron el 5% de los royalties anuales de la marca, por lo que la próxima vez que se junten en un bar a tomar cervezas y realizar un brain storming tendrán muchas menos razones para reírse de sí mismos.