El caso Harvey Weinstein sigue resonando en las esferas artísticas de Hollywood a varios meses de su estallido luego de que la actriz Rose McGowan hiciera una denuncia pública acusando al productor de haberla violado en un jacuzzi durante el Festival de Cine de Sundance de 1997.
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Tras la acusación, decenas de otras actrices, guionistas y trabajadoras de la industria cinematográfica se sumaron para contar sus propias traumáticas experiencias con el infame magnate.
Sin embargo, junto a Weinstein cayeron sus cercanos, aquellos tildados de cómplices, ya sea por mera amistad, como por encubridores. Jill Messick fue una de ellas.
La ejecutiva de 50 años trabajaba para Addis-Wechsler -ahora Industry Entertainment- y fue la representante legal de McGowan al momento de ser violentada por Weinstein. Según señaló la actriz dijo al diario The New York Times que Messick habría arreglado la cita con el empresario. Además de esto, se le vinculó con éste por una serie de mails que intercambiaron durante un tiempo.
De esta manera, la desafortunada situación arrastró a Messick a un estado emocional de preocupación, impulsado por su constante lucha contra la depresión. Según explicaron sus familiares, «La velocidad con que se diseminó la información conllevó falsedades sobre Jill como persona, las que no podía ni deseaba desafiar. Se convirtió en un daño colateral de una historia ya horrenda».
El comunicado emitido por los parientes acusa, además, a McGowan de infamar a la ejecutiva por declaraciones «inexcatas». El texto cita: «Optó por no echar leña al fuego, permitiendo que su nombre y su reputación fueran mancilladas pese a no haber hecho nada malo. Nunca eligió ser una figura pública, esa elección le fue quitada».