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Radiohead enloqueció a su público que esperó años por su regreso

El quinteto británico hizo vibrar a las 50 mil personas que llegaron al Estadio Nacional. Fotos por Jorge Sánchez Castillo

El retorno del Festival SUE, y con él, el de Radiohead a Chile, deleitó al público chileno en una noche tan vívida como inolvidable. Fueron 50 mil personas las que repletaron el Estadio Nacional y miles de ellas llegaron en la mañana para guardar un puesto cercano al escenario.

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Aquellos que llegaron temprano, comenzaron a llenarse de energía pasadas las cinco y media de la tarde, con el show de los nacionales Follakzöid, la banda “embajadora de la psicodelia latina”, según mencionó alguna vez El País de España. Juan Pablo, Domingo y Diego se encargaron de hacer al coloso de Ñuñoa elongar. Conectarse con su cuerpo a través de las melodías rítmicas más fascinantes, adictivas y con una puesta en escena capaz de guiar al público al trance colectivo. Un show que duró media hora, con un líder vestido con un enterito gris, dejando poco a la imaginación con su modelo brillante de espalda y piernas descubiertas.

Cuando los primeros vientos comenzaron a asomar, llegó el turno del ensamble elegante de The Rajashthn Express presentando “Junun”, el proyecto de Jonny Greenwood junto a Shye Ben Tzur, un músico israelí con domicilio también en India. De sus 13 canciones lograron plasmar poco menos de la mitad (seis) en exacta media hora de show, para luego retirarse con un efervescente aplauso de parte del estadio aún sin llenar.

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Cerca de 50 minutos faltaban para el gran regreso. Adelante nadie se sentó. No era el momento. La expectación crecía con la llegada de una noche poco estrellada. Los pronósticos de lluvia eran una posibilidad. «Broken hearts make it rain», diría Thom Yorke. Sin embargo, no cayó gota alguna.

Se apagaron las luces. Y el Nacional explotó. Comenzó la noche con las luces blancas de «Daydreaming», momento en el que las cabeza de los asistentes entraban en perfecta sincronía. Después “Ful Stop”, tuvo a un Thom Yorke tomando fuerza, enloqueciendo y vitalizado. En tercer lugar del setlist, “Airbag”, con Jonny casi sacándole las cuerdas a su guitarra abrieron los fuegos.

Con todo el público conectado, sonó “Myxomatosis” y su típica pantalla verde, una suerte de saludo a The Bends. Al término de esta canción, un emocionado Thom Yorke pronunciaría las primeras palabras: «Gracias a todos, buenas tardes”.

“Where I End You Begin” dio paso a un nativo “gracias”, pronunciado por Yorke en perfecto español. Luego de “All I Need”, el músico comenzó a tocar la sublime “Pyramid Song“, mientras el público se deleitaba en completo silencio. “Everything in Its Right Place” terminó y York pidió al público callarse, pero era una trampa, era para comenzar abruptamente con “Let Down”.
«Street Spirit (Fade Out)» trajo consigo el color azul. A un Phil Selway tocando con los ojos cerrados a más no poder y es probable que más de uno la haya escuchado de la misma manera, pues la atmósfera a coro así lo permitía.

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Con el estrepitoso grito guerrero de “Bloom”, Yorke y compañía terminaron por cautivar a los miles de asistentes. Y a quienes no, el chascón y ensimismado Jonny, en su versión de baterista, probablemente lo hizo. A continuación Thom y su frenético baile se tomaron el escenario con “Identikit”. “Weird Fishes / Arppeggi” hizo saltar al Nacional. Y tras unas cuantas risas macabras del osado vocalista, “The Numbers”.

No hubo descanso entre “2 + 2 = 5”, “Bodysnatchers” e “Idiotique”. Cuando todo parecía que se había acabado. Los músicos se ausentaron por largos dos minutos, para realizar su primer encore.

Si bien Radiohead regresó al país para presentar su último álbum, «A Moon Shaped Pool», esta noche estuvo cargada por los clásicos del quintento de Oxford, el ensordecedor grito que acompañó los primeros segundos de «Fake Plastic Trees» lo corroboró. Y del mismo álbum, luego empezó “The Bends”.

Tras una dosificada calma, los entendidos acordes de “Feral” hicieron retomar el baile y dispersar el ambiente depresivo del lugar. “Lotus Flower” trajo consigo pequeños atisbos de electrónica que cambiaron por completo el panorama, invocando una especie de alterego entre el público más depresivo.

«Exit Music (For a Film)» hizo que cada persona alzara una de sus manos en señal de conexión con el sentimiento de un hipnotizado Thom Yorke, exclamando «Now we are one. In everlasting peace». Enseguida, el ritmo de “Reckoner” hizo gritar a cada alma.

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“Karma Police” se ganó el cetro a la más cantada, con Yorke riendo, como queriendo arruinar el momento. Pero no fue fácil, ya que “For a minute there, I lost myself” coreaba al unísono el Nacional, luego de que el quinteto se despidió y retiró del escenario.

Fueron 25 canciones y un mar de personas se retiró en silencio del Nacional. Rostros viejos y otros más jóvenes, todos (o la gran mayoría) mojados en sudor y con una sonrisa de oreja a oreja. Enloquecidos. Y cómo no, si el concierto terminó con un éxtasis total. Un show cargado de emoción, con el que el quinteto se reencontró con una fiel fanaticada que esperó por años que los británicos volvieran a pisar suelo nacional. El monstruo de cinco cabezas lo hizo de nuevo y esperemos no sea la última vez.

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