Hace algunos años, una foto de George Lucas acompañado de los personajes más emblemáticos de Disney hizo temblar a la fanaticada nerd de todo el mundo: El director y creador de “Star Wars” había pasado a las grandes y gordas manos de Mickey Mouse y compañía. El imperio había ganado.
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Pero no tenía por qué ser una mala noticia. Imperio o no, sería demasiado cínico decir que Disney hace malas películas, luego de ver su catálogo compartido con otros grandes de las industria como Pixar o Marvel. Sin embargo, los planes eran más grandes de lo que se esperaba. Durante una conferencia en 2013 el presidente de la Disney Studios, Alan Horn, anunció que pretendían lanzar una película de la saga cada año.
Y eso se cumplió en 2016 con el estreno de “Rogue One: Una historia de Star Wars”, que rompía la línea canónica empezada por J.J. Abrams un año antes, con el séptimo episodio de la saga que retomaba las aventuras de los Rebeldes (ahora Resistencia) luchando contra el Imperio (ahora Primera Orden) guiados por Luke Skywalker.
En este nuevo formato de “Una historia de Star Wars”, Disney se encargaría de contarnos relatos “independientes” de esta lejana galaxia para expandir más un universo de oportunidades infinitas. Y bajo ese pretexto, el jueves se estrenó “Han Solo: Una historia de Star Wars”.
La cinta dirigida por Ron Howard es simple. A lo largo de poco más de dos horas nos cuenta las aventuras de un joven Han Solo, (interpretado eficientemente por Alden Ehrenreich), en su búsqueda por transformarse en el mejor piloto de la galaxia, así como en un hábil contrabandista. Acompañado del poderoso Chewbacca (que por primera vez no es personificado por Peter Mayhew) y bajo el alero del intrépido mafioso Tobias Beckett (Woody Harrelson), Solo se embarca en una historia plana y sin grandes sobresaltos.
Y lo primero que es necesario preguntarse es ¿necesitábamos conocer esta historia? La respuesta queda a criterio de cada espectador, no obstante, esta suerte de formato propiciado por Disney Studios raya en lo estrictamente comercial y pareciera que deja de lado el factor creativo que originalmente dio inicio a la saga en 1977.
La historia se centra en un Han Solo adolescente y su amada Qi’Ra (Emilia Clarke), dos huérfanos que viven bajo el alero de una organización criminal que explota a niños como ladrones en el planeta industrial de Corellia, algo así como el Londres victoriano descrito por Charles Dickens en “Oliver Twist”. Una promesa de libertad y un precio por la cabeza del osado anti-héroe es el combustible de una trama que se limita a decirnos todo lo que Harrison Ford ya nos había demostrado del personaje con su interpretación en la trilogía original. O sea, nada nuevo bajo el sol (o los soles, dado el caso).
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Amor, traiciones, chistes de cable y una serie de escenas de acción hacen del relato algo “mirable” y apreciable si se quiere pasar un buen rato en el cine, pero, a la larga, no ofrece más que una serie de referencias para quienes han visto las películas previas y otro puñado más de guiños para los que disfrutan del llamado “Universo expandido”, que contiene comics, videojuegos, series de televisión, entre otros. Sobre todo por una escena casi al final de la película que demostrará -para variar- que sobre los malos siempre hay otro más malo tirando de los hilos.
Punto a favor es el rol de Harrelson como el mentor del pirata favorito de los ñoños de la galaxia. El actor de “True detective” es, quizás, el punto más fuerte de la cinta. Por otro lado, Donald Glover, quien se puso bajo la capa del pillo Lando Calrissian, se llevó los elogios de la crítica especializada que estaba pendiente de cómo iba a abordar el rol interpretado anteriormente por Billy Dee Williams. Todo esto, sin desmerecer los esfuerzos de Ehrenreich que, sin brillar, logra hacer un trabajo, al menos, correcto.
La cuota femenina de la historia recae sobre los hombros de Clarke. Bajo el nombre de Qi’Ra, la actriz que da vida a la “madre de los dragones” en “Game of thrones” se transforma en el interés amoroso del protagonista, una especie de “femme fatale” que no pasa de ser un estereotipo genérico de las clásicas cintas noir de la década pasada.
A fin de cuentas, “Han Solo: Una historia de Star Wars” es eso, “Una historia de “Star Wars” que, para bien o para mal, no pasa de lo anecdótico. Casi como comer un plato sabroso sin tener hambre.