Llevaban cerca de una hora sobe el escenario cuando Kasabian decidió poner fin a su show con «L.S.F.». El público presente en el Teatro Caupolicán continuó entonando el coro de la canción pidiendo un bis, en un canto, que por su intensidad, hacía creer que el recinto de calle San Diego estaba completamente repleto, pero la realidad era otra.
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Las localidades cancha y la reducida paltea (la parte superior estaba cubierta) estaban lejos de estar llenos. Pero eso no fue relevante. El grupo inglés, acostumbrado a grande arenas y encabezar masivos festivales, ya había confirmado que lo suyo son sus presentaciones en vivo.
El vocalista Tom Meghan y el guitarrista Sergio Pizzorno, cada vez que podían, mostraban su agradecimientos a la fiel fanaticada que llegó al Caupolicán. Por ejemplo, al inicio de «Eez-Eh», el público se adelantó a la guitarra, sorprendiendo a Meghan, quien sonrió y buscó complicidad en Pizzorno, quien, al final del tema, saludó satisfecho. En el resto de las canciones, la gente saltó y cantó efusivamente, creando un gran ambiente cargado de energía.
Esa fue la tónica durante los cerca de 80 minutos que duró su show de 17 canciones, con el que promocionaban su más reciente álbum «For crying out loud». Uno que empezó con un sonido muy sucio, en el que todos los instrumentos se peleaban por protagonismo, lo que fue acentuado por el rebote que se generaba en el teatro. Algo que empezó a mejorar después de «Club foot», uno del os puntos altos del show.
Pese a la poca convocatoria, la banda de Leicester se despachó uno de los buenos conciertos de este 2018, tal como ocurrió en Lollapalooza 2015, en donde se convirtieron en uno de los mejores shows del festival. PQuienes apostaron por Kasabian y esperaron algunos meses más por ellos, luego de la cancelación de su show en mayo, se fueron más que pagados.
