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Columna de Sebastián Cerda: El Festival de Olmué y el estatus de la nueva cumbia

(Hans Scott / AgenciaUno)

La aún llamada «nueva cumbia» chilena ya no tiene nada de nueva. A más de diez años desde que bandas como Chico Trujillo y JuanaFé hicieran su apuesta por el género desde posiciones éticas lindantes con el rock, ya no se puede observar a sus exponentes desde la perspectiva acotada de un movimiento, el enfoque efímero de una moda, o la categorización reduccionista del nicho.

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Viéndola ahora como una escena desarrollada, consolidada, inquieta y en expansión, es claro que los nóveles músicos que se atrevieron a desafiar prejuicios y romper esquemas generacionales, lograron mucho más que solo transformar a la cumbia en un género plausible dentro del mapa juvenil, como valoramos en un principio.

Grupos como los mencionados, junto a otros como Banda Conmoción, Sonora Barón, Combo Ginebra, Villa Cariño y La Mano Ajena, pusieron a girar una rueda que terminó por sincerar a la cumbia como parte de nuestra banda sonora diaria, de nuestros ritos más recurrentes, y no sólo como un cajón que debía estar siempre cerrado, para abrirse apenas en años nuevos, cumpleaños familiares, fiestas patrias, matrimonios y algún ocasional desmadre.

Dicha tarea ya está cumplida, y prueba de ello es la naturalidad con que la segunda generación de nuevos cumbiancheros se desenvuelve en nuestro medio. Santaferia, Guachupé y otros nombres de la actualidad, tienen a su haber verdaderas hinchadas repartidas por todo Chile, audiencias multitudinarias que les reportan actividad incesante, y que hasta han dado pie a hitos impensados, como el premio Pulsar al Artista del Año recibido por La Combo Tortuga en 2016.

En plataformas como Spotify y YouTube, en tanto, reinan las canciones firmadas por esta tropa desprejuiciada y diversa, como para timbrar ante quienes no se han aproximado al fenómeno que éste se quedó, está aquí, es parte nuestra, su salud es robusta y ya no hay quien lo pare.

Quizás si lo único que se echaba de menos era un reconocimiento más oficial, una suerte de bendición final a esta transversalidad, que es la que llega ahora de la mano del Festival de Olmué. El certamen de raíz folclórica entregó la responsabilidad de abrir la celebración de sus 50 años a Chico Trujillo —golazo, dada la renuencia de la banda a la TV—, dejando en claro que los hombres de «Loca» son un número estelar y mayúsculo no sólo en nuestra cartelera, sino en nuestra historia musical reciente.

Y para terminar de teñir con estos colores la velada inaugural, el cierre estará a cargo de Guachupé, mientras que la clausura en la cuarta noche correrá por cuenta de La Combo Tortuga. Para la segunda jornada, un pariente cercano: Silvestre, grupo que desde una mirada multiestilística de los arrabales, de todos modos se insertó en el mismo circuito.

Antaño, de una parrilla como ésta quizá habríamos dicho que eran nombres a la mano, accesibles, funcionales, y coherentes con el evento en cuestión. Ahora, en cambio, su presencia no es menos que la constatación de una realidad cultural ineludible, que en años venideros seguirá marcando firme presencia en éste y otros escenarios de relevancia.

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