La lluvia que cae sobre Cannes no parece entristecer el carácter de Pedro Almodóvar, presente una vez más en la Costa Azul con su nueva película, «Dolor y Gloria», que suena para parte importante de la prensa francesa como la gran favorita para ganar la Palma de Oro. La cinta, que narra con ánimo autobiográfico la vida de un cineasta llamado Salvador (Antonio Banderas, una copia feliz de los gestos e incluso peinado del director manchego) en busca de su perdida pasión, en especial pasión para volver a ponerse detrás de una cámara y filmar.
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“Nunca había visto una lluvia tan feliz”, dice de entrada Pedro Almodóvar, escoltado por Penélope Cruz y Antonio Banderas y añade una idea sobre la exitosa gala de anoche en la sala Lumiere, donde fue ovacionado a rabiar. “Nunca podré olvidar la última noche la experiencia que tuvimos nos tiene muy felices y estamos listos para contestar sus preguntas”.
En «Dolor y Gloria», el Salvador a cargo de Antonio Banderas es un director maltrecho por sus múltiples problemas de salud, desde las migrañas que lo dejan casi sin ganas de trabajar hasta achacosos dolores de espalda. Es una vida de dolor constante, espiritual y físico, que poco a poco va sanándose cuando este cineasta sin próxima película decide retomar contacto con sus actores del pasado, de un exitoso filme suyo de hace 30 años.
“Ninguno de los dos está tal mal”, bromea el manchego sobre el exagerado mal estado de su personaje de ficción versus el real estado de salud suyo y de su actor. “No hay que tomar la película de un modo literal”, dice el director sobre lo que uno ve en pantalla en Dolor y gloria, un mundo parecido al mundo personal del director pero que es más que nada ficción.
Y sobre los dolores, Antonio Banderas dice: “A mí hoy me duele la espalda. Quizás el personaje me contaminó”.
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Hay buen humor en el elenco y equipo de creadores de «Dolor y Gloria». Pedro Almodóvar está locuaz y no parece que haya límites a la hora de hablar de qué tan personal es esta, la más personal de sus películas. Más que Volver, más que Todo sobre mi madre.
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De hecho, Penélope Cruz admite que hubo momentos en el rodaje que no se atrevió a hacerle preguntas al director asumiendo que esta historia era una cartografía demasiado personal para cuestionar. Solo había que seguir con respeto las señales del mapa que indicaba día a día Pedro Almodóvar. Y en efecto, la actriz admite que no sabía diferenciar cuáles eran los momentos verídicos y los inventados en esta auto-ficción que está maravillando a los especialistas franceses apostados en la Costa Azul.
En la película Penélope Cruz interpreta a la madre del protagonista, que es lo mismo que decir que interpreta a la madre de Pedro Almodóvar. La vemos en flashbacks que muestran el pasado del niño Salvador, él creciendo en una casa-cueva, al lado de sus progenitores, mientras entabla amistad con un albañil de buen corazón.
También hay una escena llena de pasión que involucra un erótico beso entre Antonio Banderas y besar apasionadamente al actor argentino Leonardo Sbaraglia. Es el cierre de una vieja relación del personaje de Antonio Banderas con el personaje de Sbaraglia.
Dice entonces: “Nunca he vivido en una cueva. Pero podría haber vivido en una cueva, pero conozco, se lo que significa para una familia, para mi familia en los años 60 tener que emigrar a una diferente región en este caso fue Valencia y conozco lo difícil que puede ser (…) Vivíamos en una calle, una calle salvaje como si fuera un western, ante los ojos de un niño. Y aquella precariedad tangible de la posguerra española yo no la sentía. Estaba yo viviendo con los cromos de las películas que eran como una realidad paralela para mí.
Aclara que a diferencia del niño de la película y el nacimiento del deseo en él, el infante y real Pedro Almodóvar jamás vivió algo así. “Hay algunas cosas que sí me pasaron, pero muchas de ellas son ficción. “Cuando escribes sobre lo que te ha pasado, ya en la primera línea aparece la ficción y como escritor debes mantener fiel a la ficción, no a la realidad sino que buscar que lo que creas sea verosímil”.
Y sobre la apasionada escena entre Banderas y Sbaraglia, confiesa, sin pudor alguno: “Esa escena del beso es de mis escenas de mis favoritas. Me hubiera gustado haber besado tanto a uno como al otro, y con la misma intensidad, no me he atrevido a pedírselo ni como director ni como hombre. Esta muy además poner que dos hombres de más de 50 años se besan apasionadamente y se excitan en una película. El cine no nos da muchas imágenes sobre todo de esa edad”.
Y añade: “Entonces eso forma parte de mi vida. Sí tuve la experiencia de un amor truncado en un momento que la pasión estaba viva pero por circunstancias de pronto tienes que separarte de esa persona. Que es dolorosísimo que es antinatural porque cuando algo vivo es antinatural tener que cortarlo es como cortarte un brazo. Yo no he tenido la reconciliación y por eso me hubiera gustado estar en medio de los dos y besar apasionadamente a Leonardo Sbaraglia y a Antonio Banderas. Sin embargo, no me he atrevido a pedírselo, mucho menos en los tiempos que corren».