La ilustración de un gramófono dorado y finamente texturado se ubica al centro de la imagen. Podría ser una figura esplendorosa, si no fuera por la gravedad que sugiere el fondo negro y la alarma que enciende la vistosa cruz roja tachándolo sin empacho alguno. “Sin reggaetón no hay Latin Grammy”, es la consigna que corona el cuadro, cual campaña de interés público, temática urgente y enemigo siniestro.
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Daddy Yankee, J Balvin, Nicky Jam y Maluma, son algunos de los que han compartido la publicación en sus redes sociales, reclamando por el bajo número de nominaciones que tiene el género de cara a la edición 2019 de la premiación, y hasta insinuando que alguna mano negra quiso dejarlos fuera de la misma. ¿Es para tanto?
De ninguna manera. Aunque el engranaje del Grammy (tanto latino como anglo) no goce de la mejor de las famas en materia de transparencia y criterio, si hay un género que definitivamente no puede calzarse el traje del perseguido, es precisamente el reggaetón.
En la última década, la Academia Latina de la Grabación ha hecho suya la arremetida de esa escena, otorgándole lugares de privilegio en su show, y por cierto postulaciones y gramófonos.
Vamos a los datos: “Despacito” fue el gran galardonado hace dos años, mientras que hace uno fue J Balvin quien lideró las nominaciones, figurando en ocho categorías (aunque después haya canjeado apenas una). Maluma, en tanto, consiguió su primer reconocimiento en un apartado ajeno al urbano, donde el dembow y el perreo han sido amos y señores.
¿Y entonces? Pues que después de 15 años en el ruedo, el reggaetón se instaló como parte del mapa definitivo de la música popular, y hoy experimenta los vaivenes típicos de esa condición.
Tal como la balada, el rock, la cumbia y otros géneros, vivirán años gloriosos y otros más contraídos, pero ahí seguirán siempre, con la opción cierta de volver a ser nominados cuando las condiciones lo ameriten.
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Hoy tal vez no sea ese momento. Ahora, las luces de la tierra urbana también apuntan al trap y a ese estilo aparte llamado Rosalía, tal como antaño dejaron de apuntar al hip hop para fijarse precisamente en el reggaetón. Cuestión de ciclos, afanes propios de cada temporada.
Pero el reggaetón no tiene de qué preocuparse. Aunque algunos intentaran vanamente ponerle una fecha de caducidad en sus inicios, el género acabó por demostrar que porta el germen de su propia renovación, reinventándose año tras año para refrescar su vigencia y engrosar su público.
Hoy todo es “reggaetoneable” o al menos “urbanizable”, la fiebre latina aún sube la temperatura del mundo entero, y eso garantiza que buena parte de los hits de la temporada, seguro serán nuevamente provistos por Daddy Yankee y sus sucesores.
El mismo show del Latin Grammy debería ser el que lo deje en claro en noviembre, tal como las categorías de la misma premiación volverán a hacer un espacio a reggaetoneros todos, en un futuro mucho más próximo que lejano.
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