A sus 58 años, Carlos Alberto Vives ha dedicado más de 30 a la música. Y en vez de llevarla a cuestas como una carga pesada, la disfruta y la estudia con la inquietud fresca de un novato. Todavía se pregunta si le quedan cosas por aprender de los sonidos que lo acompañan, y fue en esa exploración donde se devolvió a sus raíces, a las aguas que lo vieron nacer en la Sierra Nevada de Santa Marta.
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“Cumbiana” es su decimocuarto álbum, en el que, sin abandonar el sonido pop, viaja entre gaitas, tambores y sonidos de aves. También da protagonismo a la salsa, el vallenato, algunos guiños a la champeta y hasta calipso sanandresano. Le canta al amor, la familia (“Rapsodia en La Mayor” está dedicada a su hija Elena), la nostalgia y la tradición con ritmos que recuerdan álbumes como “Clásicos de la provincia” (1993) o “El amor de mi tierra” (1999), pero producidos en 2020, con todo lo que eso implica a nivel de fusiones y exploración tecnológica.
Aunque el disco habla por sí solo del momento artístico que atraviesa Vives y de su intención de redescubrir el sonido de la cumbia raizal, hablamos con el cantante para entrar en los detalles de esta “Cumbiana”, que más que un género musical es un punto geográfico del pasado que se asoma entre el paisaje sonoro de cumbias.
“A ti y a mí nos enseñaron en el colegio que Colombia tenía como capital Bogotá. Nos hablaron de las fronteras, y que la música era la cumbia”, comenta Vives con la emoción de quien lleva tiempo estudiando un mismo tema. Y se remonta a la manera en que la teoría de los intercambios culturales en el país se ha visto cuestionada por la huella misma de la música: “He descubierto que tiene más fundamento de lo que creímos alguna vez. Mi palabra ‘cumbiana’ es una que yo adiciono a las palabras derivadas de la palabra ‘cumbia’, como ‘cumbiamba’, ‘cumbiambero’, ‘cumbiancha’ y cumbiero, entre otras. Yo digo que ‘Cumbiana’ es un mundo perdido… es un mundo que está perdido en nosotros. Es la herencia en nuestra música, que es más poderosa de lo que valoramos de estos chimilas, estos pueblos anfibios que vivieron en la Ciénaga grande donde está la depresión momposina”.
No hay un solo Caribe
No contento con sumergirse en lo que es la música del territorio anfibio del río Magdalena, Vives reunió a otros talentos para cantarle al Caribe, donde la música es un lenguaje común.
Primero, explora la conexión colombo-panameña con Rubén Blades, con “Canción para Rubén”, una pequeña dedicación para su amigo salsero, en la que también participa Blades. “Somos hermanos gemelos siameses musicalmente. Pero Rubén es de la salsa, de la corriente más puertorriqueña, más antillana”, cuenta Vives.
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“Él la escuchó, y le pregunté si le gustaba, me dijo: ‘Sí, pero es que habla de mí’. Y yo le dije: ‘Sí, ¡es que es pa’ ti!’ (risas). Es muy lindo porque es una canción de hermandad, donde unimos tamboritos con esos arreglos big band de él, que te llevan a la época de oro de la salsa. ¡Es una cosa seria! Quedé muy feliz con esa canción que nos hermana y nos alegra. Me conmueve mucho porque la música es la misma. La política a veces hace una vaina, pero la música nos muestra otra”, dice.
Pero ahí no terminó la exploración caribe. Vives quería incluir una voz de las islas co- lombianas, y así fue como sumó esfuerzos con el providenciano Elkin Robinson, con quien cantó en “El hilo”, una canción sobre la hermandad tayrona, representada en la tradición de regalar una manilla a un ser amado.
“Con Elkin es algo muy especial, llevo trabajando muchos años con él. Le dije que teníamos que unir los dos caribes. Tenemos en San Andrés y Providencia un acervo tremendo donde se conecta el calipso con el vallenato, porque el calipso era la manera de narración de los isleños, y el vallenato era la de otros caribeños, que aunque no eran isleños sí vivían aislados.
Cuando redondeamos esta canción con Elkin, él le puso ese rap al estilo de él y se lo mandamos a Ziggy Marley sin pensar que nos iba a conocer y se iba a conectar, queríamos que él cantara las líneas más melódicas traducidas al inglés.
Mi hijo Carlos Enrique le había hecho la traducción, y no podía creer que Ziggy nos contestara. Es una maravilla, porque es traer una de esas súper figuras jamaiquinas a que le canten a la Sierra y a la colombianidad. Eso me encanta de unir culturas y ver la felicidad de Elkin, esa genialidad y generosidad. La felicidad de ellos dos me llena profundamente y le da a este disco una cosa particular, única, muy de corazón”.