La noche del jueves, en “De tú a tú”, Martín Cárcamo visitó la casa del ex futbolista Mauricio Pinilla quien abre las puertas de su hogar y de su intimidad para conversar de su carrera, de su familia, de sus escándalos, sus excesos y revela en qué está hoy.
PUBLICIDAD
Su carrera y los excesos
Comenzó jugando en el Colegio Don Bosco. Lo querían de la U, de Colo-Colo y la Católica y como era de la U, César Vaccia se lo llevó al plantel azul. Le hicieron una prueba y quedó, y a la semana siguiente debutó jugando ante Colo-Colo con la sub 9. Hizo dos goles y ganaron el clásico. Salió goleador de todas las divisiones. En el 2003 jugando por la U, debuta en la Selección Chilena.
A los 18 años se va a Italia al Inter de Milán. Sus primeros años en Europa dice que no asumió lo que estaba viviendo. “Entré en el ruedo de llegar a Europa de ver todo bonito. Era todo lo contrario, había que ser el doble de profesional, había que preocuparse más de los detalles, y yo llegué como si hubiera llegado a Disney. Lo único que esperaba era que terminara el entrenamiento para irme a hu*v**r. A esa edad no existía el cansancio pero al final te pasa la cuenta igual. Todo lo contrario a lo que tiene que hacer un deportista de alto rendimiento, yo lo hice”. Afirma que no con drogas, pero sí carrete y copete. “No existía la caña en ese tiempo. Andaba bien. Al principio sí. Pero después lesión muscular. El físico te pasa la cuenta. Yo tenía una estructura física importante, muy trabajada y empecé a vivir esos procesos desenfocados del deporte, y me tocó una lesión muscular con 19-20 años, que no es normal que te lesiones tanto muscularmente. Yo estaba haciendo las cosas mal”.
Y cuenta una anécdota: Estaba en una discotheque con algunos compañeros. Él estaba arriba de la mesa bailando, se sacó la polera, y mira hacia un lado y había un dirigente del club mirando. “Multa por 20 mil euros y no me citaron para el partido del fin de semana. Dos semanas sin convocarme”.
Señala que “los más jóvenes debutan y lo primero que piensan es en el auto, te estoy contando lo que yo hice. A los 18 años llegué con un convertible a entrenar. Lo primero que me había dicho Víctor Hugo (Castañeda) ‘mira cabro de m**rd*, no te quiero ver con un convertible acá como todos los pendejos tontos’. Y ahí llegó el h***n con el convertible. Eso es lo que creo, que hay que educar a los más jóvenes porque creen que debutando en el primer equipo tienen la pega hecha y no es así».
«El fútbol no es como que tú te pegaste un buen negocio y te salvaste la vida. Esta h**á tienes que demostrar día tras día, tras fin de semana. La exigencia es tan alta que no te puedes dar el respiro. Tienes que sacarte la cresta y después disfrutar. Por algo es una carrera tan corta, porque tienes que sacarte la cresta y después tienes la posibilidad de recoger todos esos frutos y disfrutar tu vida más adelante. Es un sacrificio súper grande. La gente cree que es llegar, jugar y la vida bonita, pero no. Yo lo pasé mal, pésimo. Me arrepiento totalmente de las estupideces que hice porque era el h**n que se gastaba 40 o 50 mil euros por noches. Mira el nivel de inconsciencia que produjo esta fama, estos contratos. Yo estaba muy bien educado para ser un futbolista profesional, pero son cosas que uno no se espera, que no está acostumbrado a vivir. Es tan fuerte el cambio que me pegó fuerte y tiré a la basura todo lo que había hecho de pendejo. En cuatro años tiré el trabajo de 12 años”, agregó.
La depresión
En el 2005-2006 entró en una depresión y crisis de pánico. Luego de nacer su primera hija, Agustina, junto a Gisella Gallardo, se mudan a España. “Yo no estaba preparado. Estaba en otra. No era todos los días, pero cada carrete era atómico. Seguía con la mentalidad de que se me daba todo fácil. Tenía una línea de crédito muy larga pero después había que pagarla, y la pagué cara”.
PUBLICIDAD
En 2006, en Escocia, “me sentí ahogado, no podía respirar, una aceleración en el corazón. Fue como una sensación de muerte. Me moría. No podía estar en mi departamento porque me ahogaba. Y más encima, me separé y me quedé solo. Llega un momento de tanta desesperación que no podía dormir, andaba con las pulsaciones a 200 por hora, una angustia, me sudaban las manos, quería dejar de jugar, quería mandar todo a la cresta. Me arranqué. Me vine del club sin avisarle a nadie. Apagué los teléfonos y me vine a Chile. Y el presidente del club en Escocia, me vino a buscar a Chile”. Continúa: “Estaba nublado. Me sentía pésimo, estaba angustiado, estaba con depresión, con ansiedad, estaba con crisis de pánico. Mi cabeza no estaba preparada para tomar ningún tipo de decisiones. Pesqué mis maletas y me vine a Santiago, donde mis papás. Me aferré a ellos. A los 10 días llega el presidente del club con el director deportivo, a buscarme. Me querían ayudar, tenían un plan de trabajo para mí, para solucionar mis problemas, y que, si yo confiaba en ellos, iban a poner todo de su parte para que yo volviera. Volví y comencé a entrenar nuevamente y me fracturó la muñeca y entré en una depresión peor que la que ya tenía”.
Recuerda que no tenía problemas con el alcohol, pero se escondía en él. “Era la salida que tenía. Y al otro día no me podía levantar”. Ahí el club lo convencen de ir a terapia en España. “Estuve en una clínica psiquiátrica en Marbella, estuve dos semanas internado, con actores y actrices muy famosos. Era un hotel cinco estrellas del que no podíamos salir, que estábamos con terapias y medicación. Teníamos actividades todo el día, grupales e individuales”. Dice que los primeros días fueron pésimos. No quería interactuar con los demás, no ayudaba en las terapias. “Ahí me di cuenta que estaba tirando mi vida a la basura”. Con su pareja no se hablaban mucho. “Yo no quería a nadie al lado. Estuve solo meses. Estaba enfermo”. El diagnóstico era depresión y ansiedad generalizada.
Narra que se comienza a sentir mejor en el 2008. “Ahí me digo ‘compadre, tienes una hija, no puedes ser tan h**n, irresponsable, primero contigo mismo, primero que nada. Cómo eres tan pelotudo contigo de tirar por la borda todo por lo que te has sacrificado tantos años, sobre todo con un bebé, que es una responsabilidad grande’. Un día en un carrete, previo a mi cambio de chip, salgo manejando curado y me voy a la casa de mi señora, que estaba con sus papás, no me quería abrir la puerta. Mi suegra me abre la puerta, los levanté a todos, y agarro a mi señora y le digo ‘el viernes nos casamos’. Y nos casamos el viernes”.
“Esa noche fue el cambio de chip. Esta no es mi vida. Estoy en el cuerpo de otra persona. Esto no es lo que yo soñé, no es lo que yo trabajé, no es lo que yo pretendo para mi vida. Y nos casamos”. Asegura que sí hubo un cambio real. Le costó volver al fútbol porque estaba físicamente mal. Tenía posibilidad de volver a Italia, a un equipo de serie A y a uno de serie B. “Dije voy a partir de cero. ¿Te gustó el h**veo? Con la pala compadre, vamos a trabajar. Fue duro pero el Grossetto fue la salvación de mi vida. Ahí hubo un cambio. Ahí comencé a vivir mi vida como realmente había soñado desde niño”.
Se dio el tiempo de leer todas las noticias malas que salieron en la prensa. “Eso me ayudó a decir ‘le voy a tapar el hocico a todos estos h**ones’. Al final no era una revancha sino era taparme el hocico a mí mismo. De ahí recuperé la Selección, que me perdí dos copas América y un Mundial, que podría haber estado perfectamente”. Ver a sus compañeros jugar y no estar él en la Selección fue duro para él. “Me quería morder una rodilla. Desesperado. Yo tenía que estar ahí. Son todos mis compañeros. Son todos con los que yo jugué desde chico. ¿Por qué no estoy, por qué soy tan gil?”.