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La jueza Arroyo y el padre que la abandonó: “Estoy sola. Se acabó”

En “De tú a tú”, la abogada famosa por defender a Gemita Bueno y luego por el programa en Chilevisión, contó su terrible historia familiar.

En el capítulo de este jueves 6 en la noche Martín Cárcamo entrevistó a la abogada Carmen Gloria Arroyo, quien se hizo conocida primero como defensora de Rodrigo Orias y de Gemita Bueno. El primero asesinó a un sacerdote en la Catedral de Santiago y la segunda realizó una denuncia en el marco del caso Spiniak. A ella les debe su fama, dijo Arroyo. Luego de eso, a ella le dieron un programa en Chilevisión, donde se convirtió en La Jueza.

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Sin embargo, lo que se conocía poco de su vida fue el duro abandono de su padre. Que ella sintetizó en varios capítulos.

Primero: graduación

El primero fue cuando ya se había ido de la casa y ella creía que llegaría a su graduación de cuarto medio, teniendo sólo el anhelo de que así fuera, pero ninguna prueba.

“Me acuerdo de mi graduación de cuarto medio. Fue el día más duro. Esperé ese día que él llegara. Estaba con mi mamá y estuve todo el rato mirando con el cuello para atrás. Cada vez que veía entrar a alguien pensaba que iba a ser mi papá. Decía ‘hoy es el día. Hoy va a tener que aparecer. Él sabe que esto es importante. Él va a aparecer’. Y no. Hasta que en una de esas miradas para atrás vi a mi tío Max, que nos ayudó, entrar con un ramo de flores enorme. Y no, no apareció. Me sigue doliendo. Es heavy”.

Segundo: viaje frustrado

Luego recordó cuando ella, ya graduada de la enseñanza media, averiguó donde vivía y lo fue a buscar. Ahí se encontró con otra decepción. Golpeó la puerta de la casa y una mujer la salió a recibir.

“Me dice ‘tu papá está en el sur, no está acá ahora. Tomemos desayuno. Conversemos. Qué es de tu vida, qué es de tu mamá’. Hasta que como a las 4 de la tarde me dice, ‘listo, están listos los pasajes para Santiago’. Yo le pregunté por mi papá y me dijo, ‘no, no puede venir ahora. Está ocupado’. Yo esperé cuatro años ese encuentro y me dijo ‘está ocupado’. Volví a Santiago, llorando todo el camino. Ese día hice el duelo y dije ‘no más’. Porque aunque hubiera estado ocupado, evidentemente alguien le contó que yo fui hasta allá a buscarlo y no hubo una llamada de vuelta, una carta. O sea, ya tenía claro que era su decisión estar desaparecido y que seguramente era su decisión cuando yo llegué a buscarlo salir corriendo, esconderse. Nunca le conté esto a mi mamá. Ella falleció sin saber que yo había hecho esta estupidez a los 18 años”.

Tercero: promesa incumplida

El tercero fue cuando ella tenía 21 años y su padre, un carabinero en retiro, la llamó por teléfono porque quería verla.

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“Como a los 21 años me llamaron por teléfono y me dijeron ‘Carmen Gloria. Hola, tú papá’. Pensé que no era. Llegó donde estaba trabajando. Yo volví a ser una imbécil. Retrocedí mentalmente 10 años. Cuando lo vi era como el día siguiente de cuando se fue de la casa. Actué súper pendeja, con abrazos y besos. ‘Vamos a la casa’. Y fui donde estaba mi mamá y ella se puso blanca. Lo atendió. Tomamos té. Hasta se quedó en la casa esa noche. No con mi mamá, pero sí se quedó. Impactado él, porque nosotros nos habíamos cambiado de casa, todo pésimo, todo mal. Y mi mamá lo aceptó. Yo creo que lo aceptó por nosotras. Yo creo que para ella debe haber sido terrible. Lo vi viejo, lo vi feo, flaco. Él sólo respondía que nunca más se iba a ir. Que iba a volver. Al otro día se fue en la mañana y nunca más lo volví a ver en mi puta vida. Hizo lo mismo dos veces y por culpa mía, porque yo lo fui a hablar.

Ahí ella recordó que le creyó que volvería a recuperar el tiempo perdido, pero su madre le hizo una advertencia.

“Mi mamá, cuando él se fue, dijo ‘No se hagan ilusiones’. Porque nosotras con mis hermanas estábamos como eufóricas. Y dicho y hecho. Yo creo que ahí enterré lo que quedaba de mi niñez. Ahí tomé decisiones profundas. ‘Estoy sola. Se acabó’. Para mí fue ‘sola’, porque mi mamá estaba en una depresión, débil. Porque a mis hermanas siempre las sentí más chicas, inmaduras. Y porque no tenía a nadie más que yo. Y ahí me puse full a trabajar y a estudiar. Porque yo sí sabía que en esa miseria no me iba a quedar, que iba a salir, pero tenía que hacerlo sola. Ahí inventé a la mitad de lo que es la jueza”.

Quinto: se entera que murió

Y el final fue inesperado. Cuando supo que había muerto, una vez que fue al Hospital de Carabineros a hacer un trámite por su madre, que ya había fallecido. Le dijeron que él había muerto el 21 de agosto del 2001, un año después que su madre.

“Salí de ahí y fue súper raro porque me provocó llanto. Me dio pena, pero me pregunté ‘por qué tengo pena, si fue un viejo de mierda que nunca me quiso, me debería dar lo mismo. Soy huérfana, quedé sin papá’. Estuve muy enojada con él, hasta que encontré una foto de él y mi mamá. Fue un muy buen papá los 12 años que vivió conmigo”.

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