Este domingo 9 se realizó en el Parque del Recuerdo el funeral de Eliana de la Fuente, la madre de Raquel Argandoña, que falleció ayer a los 93 años. La ceremonia religiosa fue transmitida por el cementerio. Esto permitió ver la emotiva despedida de Raquel Calderón Argandoña a su abuela materna.
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“Perdónenme si me corto”, partió diciendo la abogada. “Yo sé que todas las despedidas son difíciles, más ahora que se está muriendo tanta gente. Pero no sé cómo se despide a alguien que no debería estar acá. Mi abuela no estaba enferma, no se le olvidaban las cosas, no tenía grandes dolores. El sábado pasado hicimos un asado en su casa y nos reímos hasta que nos dolió la guata”, dijo.
“Mi abuela era de esas mujeres que ya no existen. Que saben todo. Porque mi abuela sabía todo, de todos. Pero no juzgan. Reciben, regalonean, aconsejan. La casa de mi abuela era una zona segura entre tanta locura. En su departamento se detenía el tiempo. Cualquier problema quedaba afuera. Jamás una mala cara. Jamás un ‘no puedes venir’. Al contrario, siempre un plato de comida caliente, una sonrisa enorme”, añadió.
“No puedo olvidar que la primera vez que me fui de mi casa –tenía seis años- me fui a la de la abuela en la Villa Frei. No me llevé ni un calcetín. Me llevé puras Barbie. Ella me recibió y me dejó quedarme ahí el tiempo que quisiera. Ella vivía estupendo. Le tuvieron que sacar el esmalte de uñas rojo en la clínica. Y en la pandemia decidió dejarse sus canas. Las lucía con orgullo. Las combinaba con un labial de color fuerte, que le aplicaba religiosamente la Isabelita”, prosiguió.
“Me acuerdo haber ido un día y ver cómo le encremaban las piernas. No podía entender cómo una mujer de 93 años tenía mejores piernas que yo. Hasta el último día se tomó su copa de cola de mono, su pisco sour, sus costillitas barbecue. Y si había una cosa que me impresionaba mucho de la abuela era que ella se reía, y se reía mucho. Algo que no es tan común de ver en un abuelo en estos tiempos. Los abuelos en general mueren tristes”, añadió.
“Vivía con esta amiga, la Isabelita, que hacía que las horas de la cuarentena no se hicieran tediosas. Yo tuve una abuela que a los 93 me invitó a una parrillada y me recomendaba películas de Netflix. Sé que en los funerales dicen que todos los muertos son buenos. Pero mi abuela más que buena, era una mujer alfa, era la matriarca de una familia grande, de la cual había ramas medias difíciles”, dijo.
“Yo sé que con la edad uno empieza a mirar a los abuelos como si fueran niños. Y yo sé que no soy su hija, por ende mi dolor debiera ser menos fuerte. Pero mi abuela para mí no era una niña a la que había que cuidar. Hasta el último día fue un símbolo de fuerza, de tenacidad, lealtad y de valores súper bien puestos”, añadió.
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Sin embargo, la parte más conmovedora vino a continuación: “Abuelita mía, te prometí que estuvieses 100 por ciento muerta antes de que te metieran en un cajón. Ayer revisé mil veces esperando que no fuese así. Ahora que estoy segura y que tenemos tu cuerpo aquí, yo sé que ya partiste y sé que si existe un Dios nos miras desde arriba. No puedo negar que tengo el corazón partido en mil pedazos. Porque la verdad es que no sé dónde estás. No tuve más tiempo y la pandemia no alcanzó a terminar para poderte llevar a tantos lugares que prometí llevarte”, dijo.
Y entonces, en un monólogo aún más íntimo dijo: “Tu casa para mí era una zona segura. Vivía cerca de ti. Para mí tu casa era una tregua. Era paz y tranquilidad. Hoy siento que vivir en esas calles ya no tiene sentido. Desde ayer son calles vacías y mi zona segura ya no existe. Finalmente, quería agradecerte, porque a tus 93 años tuviste la fuerza que yo no tuve, tuviste la garra para ser mi familia completa cuando yo no tenía una, cuando no tenía a nadie. Tú pusiste el hombro y decidiste pasar tu última Navidad conmigo para que yo no estuviese sola”.
“Hoy te lloro porque me siento sola y porque ya no sé dónde voy a ir. Yo sé que a la gente le consuela decir que hoy tenemos un angelito. Siento que la vida se llevó mi escudo y mis zapatos. No sé cómo seguir caminando. Hace dos días te mandé un ramo para que te llegara hoy, el Día de la Madre. En tu despedida quiero que sepas que no hay nada que no haría para que me pudieras mirar una vez más y me pudieras mirar de vuelta. Hay tantas de tus historias que no alcancé a escuchar”, añadió.
“Qué ganas de poder volver a escuchar tu voz”, dijo en el pasaje más conmovedor. “Para nadie es secreto que mi lado de la familia está un poco quebrado. Sé que te dolía. Sólo pido que donde quiera que estés puedas ver que a pesar de todo estamos todos aquí. Porque nos une el dolor inmenso de tu partida. Y que todos tus nietos te aman mucho, mucho. Y digo todos y tú sabes por qué te lo digo. Él también te ama. También está sufriendo mucho. Sólo te pido que me cuides, que nos cuides a todos, que cuides a toda tu familia y que le mandes amor a mis otros abuelos, donde quiera que estés con ellos. Te amo”, concluyó.