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Ingrid Parra pasa la falta de trabajo en pandemia con su oficio de orfebre: “Es ahora mi fuente de trabajo”

La actriz se reinventó gracias a su emprendimiento de joyas. “No me arrepiento de haber estudiado orfebrería”, asegura quien ofrece sus productos por Instagram.

La actriz Ingrid Parra ha sido una de las varias profesionales de las tablas que ha debido reinventarse en pandemia y lo ha hecho con un oficio del que en su etapa de actuación le ocupó poco tiempo entre grabaciones: la orfebrería, que hoy en día se convirtió en su principal fuente de ingresos.

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Así lo reconoció este lunes en entrevista con LUN, donde la actriz afirmó que «estoy dedicada a esto en un ciento por ciento, con la pandemia hay que generar lucas de alguna manera».

Alejada de las pantallas y el teatro por su embarazo, Parra reconoció que el haber decidido hace una década tomar el curso de orfebrería en la escuela de Daniel Waisberg, fue lo mejor que haya hecho. «No me arrepiento de haber estudiado orfebrería, esta es ahora mi fuente de trabajo», dice, al tiempo que asegura mantenerse actualizada con capacitaciones seguidas, como la de un curso de engaste que por estos días realiza con un profesor de Temuco.

«Es que acá no se deja nunca de estudiar», explica. «Trabajo desde las 10 de la mañana hasta las seis de la tarde, todos los días, de lunes a viernes», continúa, dando cuenta que su emprendimiento es full, ya que tiene una cuenta de Instagram para ver los productos que ofrece y cuenta con un Whatsapp (+56 9 6516 8285) para recibir los encargos de los interesados.

Reconoce que entre sus joyas las hay de oro, plata y piedras preciosas, «como los diamantes, esmeraldas, rubíes y zafiros», las que ofrece desde las «treinta lucas».

«Tengo la fortuna de tener proveedores que son de buena calidad: sé de dónde son las piedras y que no son de minas donde explotan a menores», explica.

Incluso en su emprendimiento le hace guiños a las argollas de compromiso, a pesar que ella no tiene una pese a que lleva varios años de relación con Cristian («no tengo, ese no me lo voy a hacer yo, se supone»).

«Me han pedido muchas joyas de matrimonio. Pero el oro fino de 24 quilates está tan caro, que la gente prefiere que sean de plata. Y ya no son las clásicas, sino que argollas más redondas y con zafiro, circones, con harto blinblín», cierra.

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