Hemos sido bien majaderos en esto. Tras una crisis o un momento negativo puede venir una oportunidad. Y esta historia, como muchas de las que hemos publicado en Esfuerzo Pyme y Publimetro, trata de eso. En este caso cómo una rutina laboral genera una idea y de ahí un emprendimiento: Caligrafix, que en Instagram se encuentra en @caligrafix_editorial.
Karla Anavalón, siendo profesora de primero básico en un colegio de Quilicura, debía lidiar, como todos sus colegas, con un sinnúmero de tareas para realizar después de su horario de trabajo: corregir pruebas, planificar clases y la más agotadora, marcar los cuadernos de caligrafía.
“Tenía que escribir, con mi mejor letra, los ‘Mi mamá me ama’, ‘Papá lee el mapa’, y otros como ‘Luis usa las pesas’, en los cuadernos de cada uno de mis 40 alumnos. Era dos o tres veces a la semana. Era agotador y hasta estresante, porque el llegar a mi casa significaba más trabajo y no de descansar”, explica Karla a Esfuerzo Pyme y Publimetro.
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Fue ahí que un conocido le propuso a mediados del 2010 imprimir algunos cuadernillos con las frases. “Ella aceptó mi idea y se dedicó a escribir para todo el primer semestre. Mientras, yo desarrollaba un software para que la letra fuese lo más parecida posible a la que usan los profesores. Probamos en el colegio de Karla y fue un éxito rotundo. Incluso decidieron usar los cuadernillos en todos los cursos de primero básico y le solicitaron que desarrollara otros para segundo básico”, agrega Guillaume Pothier, Doctor en informática francés radicado en Chile, el socio en esta historia.
“Me lo planteó y era como lógico. Cómo no se me había ocurrido antes, me preguntaba”, agrega esta profe que en un principio veía sólo esta iniciativa como una forma de alivianar su trabajo en casa. “Yo pensaba en eso. Incluso ocupar la impresora que teníamos, la que justo falló”, recuerda. Y como el tiempo les apremiaba decidieron mandarlos a una imprenta, lo que les significó imprimir una cantidad mucho mayor a la solicitada.
“En total nos imprimieron 1000 ejemplares. Teníamos 800 extras. Así que decidimos ofrecerlos en distintos colegios de la capital. A los profesores les encantaron, porque además de ahorrarles tiempo y de ser baratos, reforzaban los contenidos del año escolar. Incluso nos empezaron a pedir cuadernos para tercero y cuarto básico. Y hasta para más grandes. Fue así como desarrollé nuevos contenidos para aquellos cursos”, agrega Karla.
– Y así se inicia Caligrafix, de una crisis a una oportunidad…
– Sí, así es, de un momento a otro. Y hoy veo con orgullo hasta dónde hemos llegado hasta realidad aumentada.
Un aviso que cambió la vida
Mientras Karla seguía ejerciendo como docente y Guillaume terminaba su tesis, decidieron publicar un aviso en una revista de profesores. Y cuando salió en circulación fue tanto el impacto que provocaron que les empezaron a solicitar desde todo Chile. Incluso los incluyeron en la lista de útiles escolares.
“No lo podía creer. La casa se llenó de cajas, era una bodega para los productos”, cuenta Karla con voz entusiasmada por el recuerdo. «En marzo del 2011 renuncié a mi trabajo para dedicarme ciento por ciento a la empresa. Era tal la demanda, que cada lote de cuadernos que se mandaba a imprimir estaba vendido antes de estar fabricado”, añade.
De los mil cuadernos que vendió en 2010, Caligrafix pasó a despechar cerca de 100.000 en 2011. Actualmente vende más de un millón al año y emplea a 34 trabajadores. Ofrece más de 30 cuadernos de actividades para diversas edades, repartidos en siete líneas de productos.
Y desde el año pasado en alianza con PleIQ entraron al área de los primeros cuadernos interactivos con realidad aumentada y que incorporan tecnología de aprendizaje adaptativo, ajustándose al ritmo de cada pequeño. “Nuestra idea es que Caligrafix llegue a todos, sin excepción, porque queremos entregar educación de calidad a todos y cada uno de nuestros niños”, finaliza Karla.