De la mano de todo producto saludable es cada vez más frecuente ver dos términos: prebióticos y prebióticos. Ambos, son sustancias alimenticias y microbios vivos, que actúan el organismo generando diversos beneficios como, el aumento de la absorción de calcio o la reducción de los niveles de lípidos en sangre. Se indica además, que resultan muy efectivos para combatir la diarrea o alergias severas.
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Pero ¿Cómo se diferencian? ¿Dónde se encuentran? Según explica Karen Cruz, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. Andrés Bello, “el término de prebiótico es un ingrediente alimentario no digerible que afecta beneficiosamente al huésped mediante la estimulación selectiva del crecimiento o actividad de un número limitado de bacterias en el colon”.
Para que un componente alimenticio pueda ser considerado como prebiótico debe cumplir con una serie de requisitos, como explica la nutricionista. “Primero, no debe sufrir absorción o hidrólisis en la parte superior del tracto gastrointestinal; debe ser fermentado en grado variable por las bacterias del colon; tiene que ser un sustrato selectivo para una o varias bacterias comensales beneficiosas, de modo que aumenten su crecimiento de forma selectiva y alteren la flora hacia una composición más saludable”, dice la profesional.
Los prebióticos usados en alimentación son principalmente inulina, ingrediente natural que se encuentra en la raíz de algunas plantas, fructooligosacáridos (FOS) y galactooligosacáridos (GOS). En los lactantes, el suministro natural de oligosacáridos es la leche materna, mientras que en las demás edades, la fuente dietética natural de FOS son algunos vegetales, como cebollas, espárragos, ajo y achicoria.
Algunas publicaciones también consideran prebióticos a componentes de la fibra soluble (pectinas, gomas y mucílagos), cuyas fuentes dietéticas son la avena, las legumbres, los cítricos y la manzana, principalmente. En realidad, dice la nutricionista de la U. Andrés Bello, son más bien “alimentos colónicos” porque llegan al colon sin ser modificados, pero no todos ellos consiguen estimular solamente el crecimiento de las cepas benéficas.
La nutricionista también agrega que existen aquellos prebióticos sintéticos tales como la lactosucrosa, lactulosa, polidextrosa, etc., derivados de la hidrólisis de la inulina, de la lactosa, hidrólisis del almidón.
Efectos en la salud
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Los prebióticos son una excelente herramienta para un sistema intestinal saludable, dice Cruz, actúan como pseudo–receptores a los cuales los patógenos se fijan impidiendo la unión al epitelio intestinal, de ese modo pueden ejercer una actividad antibacteriana a través de la disminución del PH del colon, inhibiendo la multiplicación de los patógenos.
Entre sus beneficios además, se indica que pueden reducir el riesgo de cáncer colorrectal, favorece la solubilidad del calcio y del magnesio, reduce las concentraciones circulantes de triglicéridos y de colesterol, estimula la diferenciación de células del colon las que a su vez estimulan a la hormona GLP-1 que actúa a nivel del sistema nervioso central favoreciendo la saciedad, dice la experta.
Su consumo además, ayuda a disminuir el tiempo del tránsito en el colon, aumentando la frecuencia y el volumen de las deposiciones y el contenido de agua de estas últimas.
¿Y los Probióticos?
El término probiótico fue introducido por primera vez en 1965, se definen como microorganismos vivos que al administrarse en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del organismo. Los más usados en la industria son bacterias lácticas del género Lactobacillus o Bifidobacterium y microorganismos no lácticos como cepas específicas de E. Coli.
Según explica Karen Cruz, para que un microorganismo sea considerado como probiótico tiene que tener resistencia al ácido y a las sales biliares; adherencia a las células epiteliales intestinales en el cultivo; y unión al moco gastrointestinal. Además, deben tener como cualidades el poder competir con microbios patógenos; actividad bactericida frente a patógenos y la capacidad de modificar el balance bacteriano del colon hacia una composición más favorable.
“ Debe ser manejable tecnológicamente por la empresa que lo utiliza, es decir, tiene que ser viable durante el periodo de almacenamiento a 4ºC y resistir los procesos de congelación, liofilización, no debe alterar el sabor o la consistencia del producto”, aclara la experta.
Los probióticos ejercen efectos favorables como protectores, nutricionales y metabólicos. “Pero el principal efecto que generan es disminuir la severidad, el tiempo o el riesgo de padecer diarrea aguda y asociada a antibióticos, erradicación de Helicobacter pylori, dermatitis atópica, enfermedad intestinal inflamatoria (EII) como colitis ulcerosa, Enfermedad de Crohn y síndrome de intestino irritable”, concluye Cruz.