Gabriel Bendersky, arquitectura flexible: “Un dormitorio puede desaparecer e integrarse al estar”

El profesional se refiere a la nueva tendencia que está adoptando la arquitectura nacional, la de privilegiar ambientes amplios y flexibles, en sintonía con los nuevos estilos de vida que hoy se promueven.

Más de 120 m² y sólo dos habitaciones son algunas de las cualidades que buscan quienes pretenden priorizar espacios amplios, por ello la flexibilidad de los ambientes juega un rol importante en los nuevos proyectos de departamentos.

Gabriel Bendersky, socio de la oficina Jaime Bendersky Arquitectos, señala que esta tendencia de adaptar los espacios viene de afuera y hoy se instaura en nuestro país. “Los distintos tipos de departamentos varían en orientación y en programa, pero todos poseen la particularidad de poder transformar un dormitorio en un estar”, detalla.

En la actualidad, ¿cómo visualiza la arquitectura de departamentos y los espacios destinados a la habitabilidad de ellos?

Nuestra oficina se ha dedicado principalmente al diseño de edificios institucionales, oficinas y viviendas para su comercialización en el mercado inmobiliario. Es en este escenario donde vemos un cierto agotamiento en las soluciones habitables que se ofrecen, ya que durante una treintena de años –y producto de una explosión en el valor del suelo– este mercado ha venido desarrollando una ecuación que se reduce a un producto vendible (departamento), que fija su valor en base a la cantidad de dormitorios que posee. Mientras más recintos quepan en menos metros cuadrados, mayor es la rentabilidad del negocio. Eso ha provocado la proliferación de departamentos planimétricamente bastante estandarizados y por ende soluciones habitacionales normalizadas, obviando muchas veces diversas formas de vida de usuarios diferentes.

¿Qué es lo que proponen?

Hemos querido invertir esta ecuación, es decir, hacer menos recintos en más superficie, porque creemos en la necesidad latente y creciente de un público que busca el confort habitable en cuestiones como la luz, la amplitud y la flexibilidad de los espacios, en consonancia con modos de vida contemporáneos.

¿Se puede decir que la arquitectura moderna está apuntando hacia esa dirección?

Santiago cada vez se asimila más a una metrópolis moderna, con una sociedad más compleja y diversa. Los grupos familiares ya no son necesariamente los tradicionales, y personas que viven solas o en pareja son muy frecuentes. Algunos actos como cocinar son parte de la vida misma, y para muchos, una oportunidad para departir. Recibir alojados esporádicos por períodos de tiempo reducidos es también una condición habitual. Todo ello obliga a pensar en espacios más informales y que pueden ser transformados por el propio usuario en beneficio de la integración espacial.

¿Cómo se materializa este cambio en los actuales proyectos inmobiliarios?

Por ejemplo, mediante paneles correderos telescópicos que se esconden tras los muros y camas plegables que se transforman en un mueble mural, un dormitorio puede desaparecer e integrarse al estar, aumentando considerablemente su dimensión. Así, el espacio se hace muy flexible y se aprovecha un mismo lugar de distintas formas, según sea la necesidad de uso de cada momento. Las cocinas se conciben completamente integradas a los estares, porque se consideran lugares de alta permanencia y de primera necesidad para este tipo de habitante. Deja de ser un recinto aislado y de servicio para constituirse en el corazón del hábitat. De esta forma se capitalizan los espacios, porque sirven simultáneamente a distintos actos, evitando al máximo las habitaciones muertas.

¿Por qué adoptan esta tendencia en sus obras?

Junto a mis socios, Richard von Moltke y Nicolás Tirapeguy, creemos que el principal valor de la arquitectura radica en la experiencia habitable del espacio. Más allá de las condiciones físico-ambientales, que son obligadas, nos parece que la luz, la fluidez, la relación con el paisaje exterior, la cualidad táctil y visual de los materiales y la estética, son los verdaderos temas que aportan confort al habitante, e intentamos movernos con esos patrones ya sea en encargos “de autor” o en el mundo inmobiliario.

Ejemplo de esta tendencia es el edificio Acqua,  con espacios amplios, integrados y flexibles.

El edificio Acqua son departamentos de tamaño mediano, ubicado frente a la Villa El Dorado, en Vitacura, un barrio muy bien conformado y protegido, con casas de un piso, calles angostas y tranquilas y una red de plazas vecinales. Las vistas al norte del cerro Manquehue y del cordón cordillerano son parte de un panorama geográfico del cual los departamentos hacen gala. Los cuerpos duros del volumen del edificio se trabajan como verdaderos tallados en hormigón visto, mediante planos inclinados en distintas direcciones que capturan diferenciadamente la luz del sol en ellos. El antejardín se “regala” al espacio público y se accede mediante una pasarela curva que flota sobre un espejo de agua que acompaña la entrada desde la vereda hasta el lobby. Los departamentos tienen todas las características de amplitud, luminosidad, flexibilidad e integración espacial antes descritas.

Este proyecto retoma el foco de mucha de la arquitectura en densidad de mediados del siglo pasado en donde la genuina calidad en la especificación, confección y terminación del edificio y la nobleza de los materiales son asuntos prioritarios. 

Nuevos desarrollos

Respecto a las obras que últimamente han realizado como oficina, ¿cuáles destacas?

Una obra que nos llena de satisfacción es la Sinagoga y Centro Comunitario de la Comunidad Israelita de Santiago, en la calle Comandante Malbec, en Lo Barnechea. Fue un encargo fantástico y una posibilidad única que consistía en combinar un amplio programa híbrido de recintos de distinta índole en tamaño, categoría y usos, pero por sobre todo, exigía imprimir una alta cuota de simbolismo a la experiencia de los recorridos y las permanencias dentro y a través del complejo arquitectónico.

De preferencia, ¿qué materiales son los que utilizan en sus proyectos?

Intentamos usar materiales haciéndonos la pregunta de cómo queremos que envejezcan nuestras obras. En ese sentido, privilegiamos combinar aquellos que resistan con cierta nobleza el paso del tiempo, como son las piedras naturales, el hormigón desnudo, los vidrios, la madera, el aluminio y a veces el cobre. En las composiciones, también nos gusta usar como materiales el agua y el césped.

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