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Providencia debe ser una de las comunas más “privilegiadas” de Santiago: buenas plazas y áreas verdes, calles tranquilas y barrios que todavía guardan y cuidan celosamente un espíritu residencial. Pedro de Valdivia Norte es uno de ellos. Si bien los últimos años ha tomado un carácter mixto, donde en sus avenidas principales se han instalado oficinas y empresas, las calles que lo circundan –y que terminan en la ladera misma del cerro San Cristóbal– aún son 100% residenciales, con viviendas muy apetecidas en el mercado inmobiliario.
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Acá nos encontramos con el recién inaugurado Hotel Ladera, a pocos pasos del río Mapocho, el Parque de las Esculturas, los mejores restaurantes de la comuna y, de corolario, una impresionante vista a la ciudad desde su último piso o azotea-mirador.
Si bien los propietarios –un grupo de inversionistas nacionales e internacionales, liderado por Sandra Link y Carlos Grossman– anteriormente participaron en otros proyectos de cadenas hoteleras, Ladera no pertenece a ninguna, aunque la idea es llegar a tener una pequeña “colección” de hoteles boutique. “Ellos pensaron en un hotel donde la principal motivación fuese satisfacer las exigencias de nuestros visitantes, en un ambiente agradable y relajado, donde se sientan como en casa”, explica Diego Cárdenas, general manager de Ladera. “Para ello tenemos muchas comodidades, como una piscina panorámica en la azotea, un exquisito spa y 36 habitaciones muy cómodas en una sola categoría, lo que nos hace más fácil posicionarnos”. La verdad es que a nivel atención detalles no faltan: no cobran por el minibar de entrada a la habitación, hay máquina de café con cápsulas de regalo, y el desayuno se sirve desde temprano en la mañana sin límite horario.
La arquitectura
Desde el exterior el diseño de sus fachadas de piedra y metal generan un diálogo con el entorno, ya que se trata de una trama translúcida que en su composición de llenos, vacíos, luces y sombras deja entrever algo de lo que sucede en el interior. “Esta doble piel es de aluzinc, y su diseño representa a la naturaleza, la tierra y el agua, y esto forma parte de nuestra manera de abordar este proyecto en particular debido a su ubicación. Estos paneles a su vez sirven para evitar la incidencia del sol en la fachada norte del edificio y darle un cierto grado de privacidad a las habitaciones que dan a Los Conquistadores, y también son parte importante de la identidad del edificio”, cuenta Rodrigo Larraín Gálvez, de Estudio Larraín Arquitectos, quien junto a Rodrigo Larraín Illanes –y el equipo de arquitectos colaboradores compuesto por Sebastián Suzuki, Alejandra Sanchez, Nicolas Yates y Ariadna Cumellas– estuvo a cargo del proyecto.
El acceso al Ladera es por un discreto acceso lateral conformado por un zaguán, que tiene como función desconectar del exterior para revelar un interior de escala íntima conformado por un patio central. Sobre él confluye el programa arquitectónico compuesto por el estar, restaurant, spa y sus 36 habitaciones, las que repartidas en 5 niveles se distribuyen y comunican verticalmente por un vacío que nace desde este patio y remata en una terraza-piscina-mirador en el 5to nivel, la cual permite asomarse a la ciudad.
“El encargo consistió en hacer un hotel especial; no lo quiero llamar ‘boutique’ porque creo que el término está muy manoseado. Se trataba de hacer un proyecto con identidad, muy acogedor y personalizado, y por supuesto que fuera un aporte para su entorno. La eficiencia energética a nuestro juicio es un deber, una responsabilidad, sin que sea necesario que un edificio se certifique Leed. Los detalles y especificaciones deben tener en consideración la eficiencia energética. Este hotel fue cuidadosamente diseñado, en sus ventanas las aislaciones térmicas fueron estudiadas por especialistas, las terminaciones cumplen con altos estándares de sustentabilidad, y en general el proyecto se construyó como si fuera a certificarse Leed”, agrega Larraín.
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¿Cómo lograr insertar un hotel en un barrio que todavía tiene bastante de residencial y algo de comercial?
Cada sitio “habla”, y es fundamental para nosotros como arquitectos recoger los elementos de cada lugar, que van desde temas urbanos, geográficos y climáticos hasta culturales. Hacemos un cuidadoso análisis antes de iniciar cada proyecto, porque cada uno debe responder a su entorno. En este caso el hotel se emplaza en la ladera del cerro San Cristóbal (de ahí toma su nombre), junto al río, en una zona residencial y con una fuerte connotación cultural. Estos cuatro aspectos se recopilaron para su diseño.
El interiorismo, ¿quién estuvo a cargo?
También lo hicimos nosotros, y se diseñó como si fueran “estares” de casas, utilizando para ellos maderas, telas y cueros. Incluso los cuadros interiores representan estos cuatro elementos. En los graffitis de Mauricio Inostrosa, Fisek, se representa el agua, la naturaleza, lo urbano y lo cultural, y en los trabajos de Dominique Hernández vemos la fusión entre el hombre y la naturaleza, el todo y las partes.