Una mujer se tapa con la mano el absceso que desfigura su cara. Es una víctima de la cirugía estética salvaje de Albania, propiciada por un vacío jurídico que alarma a los médicos de este pequeño país de los Balcanes.
PUBLICIDAD
A sus 31 años, a Emira Sela comenzaron a inquietarle las primeras arrugas. Se dejó convencer por su peluquera de que con una simple inyección y 60 euros, esos signos de la edad desaparecerían.
«Me aseguró que no arriesgaba nada, incluso me enumeró nombres conocidos» de mujeres que habían recurrido a ella. «No lo pensé dos veces, confié en ella sin hacer preguntas», cuenta, con voz temblorosa, esta rubia de ojos verdes.
En medio de un vacío jurídico absoluto, tanto peluquerías como salones de bellezas -establecimientos no especializados- ofrecen estos servicios, sin que medie ningún control y sin regulación médica.
Una única inyección de un producto cuya composición ignora bastaron para arruinarle la vida a Emira a finales de agosto.
A pesar de los antibióticos, la fiebre y el dolor son permanentes y el absceso de la mejilla derecha llega hasta la mitad del ojo. Tiene el rostro paralizado y náuseas constantes.
PUBLICIDAD
Estoy desfigurada hasta tal punto que he intentado suicidarme», afirma la ex empleada de banco, que perdió su trabajo.
«Estoy desfigurada hasta tal punto que he intentado suicidarme», afirma la ex empleada de banco, que perdió su trabajo.
Su única esperanza yace en una operación en una clínica de Italia, prevista en febrero.
El modelo Kardashian
Elisa Lura, una estudiante de Economía de 22 años, se sometió a una operación con láser para recuperar su mirada y su rostro natural, después de que un maquillaje permanente de cejas, que le costó 50 euros en un pequeño establecimiento al lado de su casa, acabara mal.
«¡Un fracaso!», afirma, con la cara llena de dolorosas cicatrices.
La cirugía estética se ha convertido en una industria lucrativa. El paciente solo es un cliente expuesto a varios riesgos».
«La cirugía estética se ha convertido en una industria lucrativa. El paciente solo es un cliente expuesto a varios riesgos», principalmente por culpa de productos sintéticos como la «silicona o la acrilamida, de bajo precio», explica a la AFP la médico Eriona Shehu, dermatóloga del hospital universitario de Tirana.
«Cada vez hay más impostores para manejar la jeringuilla. El problema, también son los productos», algunos de los cuales, prohibidos en Europa, pero que «entran ilegalmente [en Albania] procedentes de Turquía o China», afirma Panajot Papa, cirujano plástico en una clínica privada de Tirana.
«El modelo de Kim Kardashian, caderas, nalgas, labios, implantes mamarios, está destruyendo la vida de las jóvenes albanesas que buscan una belleza que, para muchas de ellas, acabará siendo una verdadera bomba de relojería», denuncia Shehu.
A precio de saldo
Según los médicos albaneses, las clientas tienen entre 16 y 28 años. Un estudio de la revista económica «Monitor» reveló que las solicitudes de intervenciones estéticas registraron un alza de más del 50% en 2015.
Las promociones afloran por doquier. «Si son tres, rebaja del 20% para cada una», proponía un salón de belleza.
Pero estos precios de saldo son una trampa, según la dermatóloga Monika Fida, del hospital universitario de Tirana, que opera en un entorno medicalizado.
Según Fida, estas operaciones se hacen «sin ningún control médico» a pesar de que en Albania» hay numerosas clínicas y hospitales, públicos y privados, que ofrecen cuidados que garantizan salud y belleza».
El doctor Papa afirma haber curado a una decena de chicas de entre 20 y 27 años que, por 40 o 50 euros, se habían operado los labios y los pómulos con silicona líquida inyectable, un producto prohibido en Francia desde el año 2000 y en Italia, desde 1995.
«Durante el periodo, tienen que someterse a diferentes tratamientos para aliviar los edemas y otras inflamaciones que podrían padecer de por vida», dice el cirujano.
A los médicos albaneses les preocupa que colegas suyos vengan desde Italia, Turquía o Grecia para trabajar el fin de semana y luego se vayan. «Algunos no tienen ni diploma, ni cualificación, ni licencia para este tipo de intervenciones o para asumir la responsabilidad del seguimiento médico del paciente», afirma indignado Besim Boçi, del hospital universitario de Tirana.
Alba Nikolla, portavoz del tribunal de Tirana, reconoce que en la actualidad es imposible «llevar acabo investigaciones y abrir procesos únicamente a partir de las denuncias».
Una impunidad que las autoridades pretenden atajar. Se está preparando una ley conforme a las exigencias de la Unión Europea, a la que Albania quiere incorporarse.
El proyecto de ley prevé sanciones que podrían comportar el cierre de establecimientos que utilicen productos sintéticos o penas de entre tres y diez años de cárcel si las intervenciones tienen consecuencias para la salud de los pacientes.