Rusia no recuerda este sábado a sus víctimas de la violencia de género como hacen otros países, porque pese a que una de cada cuatro rusas sufre esa lacra en sus carnes, el problema es invisible en un país que ensalza el machismo como parte de su tradición cristiana.
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«Si le matan, no dude en que mandaremos una patrulla para levantar el cadáver. No se preocupe»: así despachó una oficial de la policía a Yana Savchuk horas antes de que la mujer, de 36 años, fuera brutalmente asesinada por su pareja hace un año en la ciudad de Oriol, a unos 360 kilómetros de Moscú.
Ese día Yana decidió romper con Andréi Bochkov, que le pegaba e insultaba constantemente, y cuándo el hombre montó en cólera, llamó a la policía porque empezó a temer por su vida.
Pero cuando llegó al domicilio en plena bronca, la mayor Natalia Bashkátova no tuvo mejor ocurrencia que tirar de su humor negro para dejarle muy claro a la víctima que el suyo no era un caso para la policía rusa.
Son muy pocos en Rusia los que dan visibilidad a ésta y otras historias de muertes que se podían haber evitado, de la indiferencia policial, del miedo de muchos a impedir los malos tratos y las palizas a mujeres que se encuentran en la calle, de maltratadores y asesinos en libertad.
No hay estadísticas al respecto, ni noticias en los principales informativos, pero «los estudios de organismos internacionales, de ONG, de activistas por los derechos de la mujer, concluyen que la violencia machista está presente prácticamente en una de cada cuatro familias rusas», cuenta a Efe Anna Rívina, responsable del proyecto «Nasíliyu.net» (No a la violencia).
Pese a esto, «el problema de la violencia doméstica se silencia por parte de las autoridades y se tolera por mucha gente. Aunque hay cada vez más gente consciente del problema, el apoyo del Estado en este asunto es nulo», agrega esta jurista.
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Mientras en algunos países la sociedad se vuelca en cortar de raíz cualquier agresión contra los más indefensos, Rusia ni siquiera cuenta con una legislación a este respecto.
Por si fuera poco, el país adoptó este año una polémica ley que despenalizó la violencia «leve» en el ámbito doméstico, de forma que causar a un familiar heridas superficiales, hematomas o arañazos -daños que según los legisladores rusos no revisten peligro para la salud- ahora se castiga con una multa.
«Pero incluso antes de esa despenalización, sólo una de cada cien denuncias por malos tratos dentro de la familia terminaba en una condena para el agresor», subrayó Rívina.
La abogada Marí Davtián -coautora del proyecto de ley para la prevención de la violencia machista que el Parlamento ruso ni siquiera ha aceptado a trámite- señala que el 90 % de las denunciantes ni siquiera acude a los tribunales, en el improbable caso de que sus denuncias hayan llegado hasta ese punto.
«El procedimiento es muy engorroso y el agresor es alguien del entorno más próximo, que casi siempre comparte hogar con su víctima», dice esta abogada especializada en violencia de género.
La ley rusa es muy benevolente con el maltratador, y por eso la mayoría de las víctimas que recorren todo el camino desde la comisaría hasta el juicio pierden toda esperanza en la Justicia.
«Después de todo el calvario, casi todas las sentencias acaban en multa. Como mucho, hemos conseguido una condena a trabajos sociales. Y allí siguen para la mujer el miedo a ser perseguida, humillada, golpeada. Tras el juicio, se tiene que ir a casa con su maltratador, con el que debe compartir la custodia de sus hijos», dice Davtián.
Lo que sí preocupa y mucho a legisladores y a medios oficialistas rusos es la «decadente e hipócrita» moral de Occidente, y últimamente, la «gran guerra desatada contra la atracción que sienten los hombres por las mujeres».
Con estas palabras definió recientemente el Canal Uno de la televisión estatal rusa la ola de denuncias de abusos sexuales que recorre Estados Unidos.
«La tolerancia y la consabida corrección política, impuestas con obstinación bolchevique en el mundo occidental, se han tornado en una sorprendente hipocresía. ¿Cuánto durará esta locura? ¿Logrará doblegar los instintos básicos y la razón del hombre? Hasta ahora, nadie lo ha conseguido», comentó sobre los escándalos sexuales el presentador del informativo semanal en horario de máxima audiencia.
Al hilo de la polémica, la vicepresidenta de la Duma del Estado (cámara baja del Parlamento) de Rusia, Irina Yarovaya, lamentó que las políticas de igualdad de género en Occidente hayan «devaluado la posición social de la mujer».
«Cuando viajo al extranjero y me reúno con mis colegas obsesionados con la igualdad de género, les digo que nosotros estamos en contra de esa igualdad. En Rusia defendemos los privilegios de la mujer. Luchar por la igualdad significa renunciar a esos privilegios», dijo la diputada.