La Agencia Espacial norteamericana (NASA) contactó a un argentino radicado en el país del norte, para investigar los efectos de la hipotermia en viajes espaciales de larga duración.
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La búsqueda espacial lleva décadas en la agenda de Estados Unidos y si ir al planeta más cercano tarda cerca de ocho meses, el ir más lejos podría parecer solo un sueño.
Es por esto que para poder llegar a Marte, la NASA acudió a un número reducido de científicos para poder investigar alternativas, entre ellos un argentino llamado Alejandro Rabinstein. Esto, ya que un viaje solo de ida al planeta vecino, puede tardar alrededor de 240 días, es decir, ocho meses. A pesar de que Marte es el planeta más cercano a la tierra, su distancia es de 250 millones de kilómetros. La solución que plantea Rabinstein es inimaginada: la hibernación o criopreservación.
El argentino se encuentra radicado en Minnesota desde hace dos décadas y lleva sólo un par investigando cómo hacer hibernar el cuerpo humano en condiciones extremas, como un viaje espacial. El científico y líder de la Unidad de Terapia Intensiva del Departamento de Neurología de la Clínica Mayo, trabaja desde hace dos años en el proyecto de la NASA, investigando esta técnica que utilizan ciertos animales para sobrevivir al invierno, como los caracoles deshidratados o los pandas gigantes.
El estudio buscará establecer si la hipotermia es la respuesta para este problema, ya que al disminuir la temperatura del cuerpo, el ser humano podría llegar a hibernar tal como los animales, lo que permitiría transportar menos comida y a su vez, menos oxígeno en los futuros viajes espaciales.
En adición con la experiencia del científico, la Clínica Mayo también ha colaborado con la NASA, pues desde hace 75 años que realiza investigaciones. Por ejemplo, fue ahí donde diseñó el traje espacial G-suit, que permitió a los pilotos resistir las fuerzas gravitatorias durante los primeros vuelos al espacio exterior.
La inspiración
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Un caso insigne ocurrió en Hannover, Alemania, cuando un niño cayó a un lago congelado en 1995. El pequeño, que tenía sus pupilas dilatadas y fijas a causa del frío extremo, luego de ser salvado sufrió un paro cardiaco que duró casi una hora y media. Con un cuadro de hipotermia severa, fue “calentado” por los médicos, que luego de 30 minutos pudieron estabilizar su ritmo cardiaco. En dos semanas fue dado de alta.
Tal como explicaron los especialistas que atendieron al niño, el frío del lago llevó al cuerpo del pequeño a un estado de letargo metabólico, preservando sus órganos por medio de la disminución en la necesidad de oxígeno en la sangre, y por ende, salvando su vida.
Este caso inspiró a Rabinstein, quien se ha dedicado a investigar la práctica llamada “hipotermia terapéutica” que se realiza, por ejemplo, antes de una cirugía de corazón o ante diversos traumas físicos.
El argentino lleva dos años desarrollando esta historia, y como ha afirmado, quedan dos años más de pruebas en voluntarios para seguir adelante con este proyecto, ya que no es lo mismo aplicar esta técnica en un paciente moribundo que en un astronauta sano.
El eventual viaje se estima para 2030 y duraría unos 900 días.