Jackie Dibb, una mujer de 62 años, cometió el peor error de su vida: creerle a los doctores. Si bien le dijeron que tenía un tipo de demencia que era mortal, un año después le informaron que todo fue una confusión.
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Luego de realizarse un escáner cerebral, fue diagnosticada de demencia frontotemporal, es decir, su esperanza de vida se había reducido a unos cinco años.
Como la enfermedad destruiría su memoria, junto a su esposo decidieron gastar todos sus ahorros y disfrutar los últimos meses que le quedaban juntos.
«Todavía estaré allí, pero me veré un poco como esos zombis que ves en las películas”, fueron las palabras que utilizó para despedirse de su nieta de 12 años, a sabiendas de que no podría recordarla dentro de poco tiempo.
En entrevista con el medio Daily Mail, los ancianos revelaron sus exóticos gastos; un baño avaluado en 4500 euros (más de tres millones chilenos), un refrigerador de 800 euros y un costoso viaje con toda la familia por Turquía. En total gastaron unos 11 mil euros en “vivir la vida”.
Su marido, Rob, incluso dejó su trabajo y se jubiló antes para cuidarla, pues los médicos les habían adelantado que en dos años Jackie ya no recordaría a nadie.
Finalmente, cuando ya había pasado casi un año desde el lapidario diagnóstico, otro escáner demostró que Jackie jamás tuvo demencia frontotemporal: en realidad tenía depresión, enfermedad que provoca cambios de humor de la misma manera que la demencia que “sufría”.
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A pesar del escandaloso error y de haber quedado en bancarrota, los Dibb no quisieron demandar al hospital por una razón de peso, “puede haber una incubadora menos en la sala, y un niño no tendría la oportunidad de luchar por su vida”.