Un elevado porcentaje de los trastornados culpables de tiroteos y asesinatos masivos suelen cumplir con un determinado perfil. Suelen ser parte de alguna organización, suelen ser adolescentes o adultos jóvenes. No tienen una gran vida social, al menos en la vida real y directa.
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La gran mayoría son fanáticos de los videojuegos. Ese también era el perfil de uno de los asesinos en el atentado de Nueva Zelanda.
Los videojuegos no tienen la culpa
«El error está en señalar a los videojuegos como un factor influyente. No todos los jugadores terminan siendo asesinos, ni trastornados. Muchas veces estas personas poseen un trauma o enfermedad no tratada de manera previa, y encuentran en los videojuegos de disparos un espacio para expresar esa violencia sin el sentimiento de culpa», explicó John Paul Howard, experto en videojuegos y ex gaming director de Furia.
Si bien, la Organización Mundial de Salud clasificó a la adicción a los videojuegos como una enfermedad mental, la mayoría de las personas caen en el error de clasificar a un fanático con un adicto. «El adicto llega al punto de no comer, por jugar. Acá estamos frente a un perfil distinto», aclara Howard.
«Decir que un fanático de los videojuegos va a salir a disparar a la vida real solo por eso, es tan ridículo como decir que todos los policías se podrían convertir en asesinos por el simple hecho de portar una pistola», añadió.
Redes sociales requieren de mayor supervisión
En el caso de las redes sociales, si bien, Facebook cometió un error al no detectar la violenta transmisión en vivo, también se han cuestionado como punto de reunión para organizar atentados de este tipo.
Sobre esto, Mario Romero, editor del sitio especializado en tecnología Transmedia.cl, señaló que «cuando esto inició, se debió pensar en la seguridad, más allá de lo técnico».
Sin embargo, con todo lo que se ha observado en el último tiempo, Romero señaló que «se hace necesario que las policías desarrollen unidades especializadas que no solo sean reaccionarias a las denuncias, sino que se dediquen a buscar en la web posibles organizaciones que estén articulando actividades ilícitas o terroristas». «En Chile, la unidad de ciber crimen de la PDI tiene una gran deuda en este sentido», sentenció.