El lenguaje de los chilenos

Entre las críticas que ha recibido Alexis Sánchez en los últimos tiempos hay una que nos debiera doler especialmente: su forma de hablar.

Alexis Sánchez prefiere el silencio al contacto con los medios. / Crédito: Agencia Uno.

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Entre las críticas que ha recibido Alexis Sánchez en los últimos tiempos hay una que nos debiera doler especialmente: su forma de hablar. Los medios españoles, al bromear con el lenguaje del delantero chileno en definitiva se están riendo de todo nuestro sistema educativo. Claro, el tocopillano casi no fue a la escuela en su pueblo natal y sólo en Calama supo lo que era un aula y clases regulares. Incluso exigió ser matriculado en un colegio “con corbata”, porque nunca había tenido la oportunidad de ponerse una. Fue uno de tantos niños en Chile al que se le negó educación de calidad, la suerte es que tenía un don superior, la mala suerte es que cojea en un ámbito, el lenguaje, para imponerse en medios más exigentes.

Hablamos mal los chilenos, no es novedad. De seguro poseemos el peor uso del idioma castellano en todo el mundo hispano. Este problema, que no es nuevo y viene desde la Colonia (recordemos que la primera imprenta llegó a Chile recién en 1811), se ha profundizado con el tiempo y en la actualidad llega a niveles alarmantes. Alexis habla mal, pero no es el único, porque lo hace exactamente igual que todos sus compañeros de generación. En este país le hemos ido tomando miedo al lenguaje, a las palabras, minimizamos su uso y nos limitamos a unas pocas decenas. No es casual que la selección chilena sea un equipo de “mudos”, al contrario de las otras en Sudamérica. Sacar tres o cuatro “conceptos” a los jugadores es una tarea ardua. Un peruano o un ecuatoriano, por señalar a dos países con un PIB inferior al nuestro, no tienen problemas a la hora de explicar lo que ocurrió en la cancha. Es decir, pueden transformar las ideas en palabras sin temor al ridículo.

Muchos se preguntan porqué hay tantos entrenadores argentinos y tan pocos chilenos en nuestra propia competencia. Las razones son muchas, pero una que no debe ser soslayada es la capacidad de nuestros vecinos para expresarse. Riqueza de lenguaje, énfasis y elocuencia. En esos tres aspectos nos ganan por nocaut. Cuando escuchamos hablar a técnicos como Luis Pérez, Mario Lepe, Miguel Ponce, Jaime Vera o Fernando Vergara entre otros, parece que aspiran las palabras más que propalarlas. La sensación es que están pidiendo perdón o con un sentimiento de culpa por sentarse en la banca. Los entrenadores que son altisonantes o con más “cancha” frente al micrófono (Basay, Figueroa, Garcés), todos fueron formados en el extranjero y aprendieron que murmurando es imposible ganarse un lugar.

Como va la cosa (jugadores mudos o con lenguaje incomprensible), de aquí a 20 años no vamos a tener chilenos dirigiendo en nuestra propia competencia. Imposible liderar con éxito un grupo de personas, en este caso jugadores de fútbol, cuando se teme al lenguaje y a la expresión. Imposible solucionar lo anterior sin educación de calidad. La madre del cordero está en el mismo lugar, sólo que no queremos verla.

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