El Gráfico Chile

El último héroe

Porque si usted le pregunta a un extranjero, dirá de Nicolás Massú que es un gladiador, un grande. Jamás le agregará que debe retirarse.

Para nadie es fácil volver a empezar, por eso se celebra tanto a quien es capaz de comenzar de cero y reconstruirse. Después de una quiebra económica, de una enfermedad, de una separación, quien sea capaz de salir adelante, o al menos intentarlo seriamente, por lo general se gana el reconocimiento cerrado del entorno.

Me pregunto entonces, ¿por qué nos empeñamos en criticar tan severamente a uno de nuestros últimos héroes deportivos? Nicolás Massú, a los 33 años recién cumplidos, cree que aún tiene algo que decir en el circuito de la ATP. Que puede ganar más partidos -a pesar de haberse anotado apenas cuatro victorias en dos años-, que todavía tiene físico para jugar a un nivel respetable. Tal vez Massú es tan fanático del tenis, le gusta tanto lo que hace, que se niega a dejarlo sin averiguar al menos si puede acercarse a su nivel. ¿Quiénes somos nosotros, los que miramos desde fuera, cómodos en un bergère frente al LCD comprado en el Cyber Monday  para decirle lo contrario? Los chilenos, nosotros sus compatriotas, somos los que más agradecidos debiéramos estar de las dos medallas de oro de Atenas, las únicas que tenemos y que deben servir para llenarse la boca varios ciclos más. Porque si usted le pregunta a un extranjero, dirá de Nicolás Massú que es un gladiador, un grande. Jamás le agregará que debe retirarse “con dignidad”, porque ese mandato no está en el mapa mental de quien verdaderamente admira a un deportista.

Massú y González nos dieron las más grandes alegrías deportivas de las últimas décadas. Da lo mismo cómo, si se les facilitó el cuadro, si fueron quedando en el camino los más peligrosos como Federer. Hay que estar en el momento correcto, a la hora justa y con la motivación física y mental apropiadas. No es poco. Federer no ha podido, el que pudo fue Massú. Por eso es proeza, porque ni hasta el más ilustre tiene la tarjeta de garantía firmada para un mega evento cada cuatro años. ¿Alguien se fijó en la cara de desilusión de Roger Federer durante la entrega de su última medalla de plata? El quería el oro, lo viene ambicionando desde Sydney 2000 y probablemente Londres 2012 fue su última oportunidad.

Una de esas medallas que tanto anhelaba el mejor tenista del mundo la tiene nuestro Nicolás Massú. Y nosotros, los chilenos, por alguna oculta razón -¿envidia, ignorancia?- lo único que queremos es jubilarlo, instruirlo cuándo debe dejar el tenis y cómo. Que sea digno, realista, que no se humille perdiendo con púberes del 600 para abajo. Efectivamente, tal como manda el circuito actual, los 30 marcan una barrera en la ATP. Los ritmos son distintos, el tenis es más rápido y exigente. No por nada Rafael Nadal está liquidado a los 26. Pero esa no es razón suficiente para cuestionar el intento de Massú. Cada uno sabrá hasta dónde puede llegar, y el doble medallista de oro, finalista en el Master Series de Madrid, doble campeón de la Copa Mundial por equipos, ganador de seis títulos, cuarto finalista en la Davis y otrora top ten, no se merece menos que nuestro respeto por intentarlo una y otra vez.

Se acerca nuevamente el ATP de Viña. El torneo que más atrae a Massú, ahora guiado por uno de los mejores motivadores de nuestro medio, Horacio de la Peña, quien fuera del alcance ya de enseñarle algo nuevo, está junto a él más que nada para remecerlo. El Pulga se ha probado innumerables veces en nuestro medio, casi siempre con buenos resultados. Por lo que este regreso, tal vez el último, podría dar todavía más líneas para escribir.

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