
Por Eduardo Bruna
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Como si no tuviera su agenda diaria copada, Juvenal Olmos no dudó en decir sí a un matutino que lo quiso como columnista. Su coqueteo con los medios de comunicación ha sido una constante, al punto que está en conversaciones con un canal de televisión. Cuando le pedimos que especifique, responde lo habitual en estos casos: “El nombre del canal prefiero reservármelo hasta que el acuerdo sea total. Pasa muchas veces que las cosas al final por uno u otro motivo se frustran y uno aparece como un cuentero o un fanfarrón”.
A través de ese diario le escribiste a Borghi. ¿Qué buscabas con eso?
Te aclaro que yo por el gordo siento un gran afecto y admiración. Para mí fue genial jugando y dirigiendo. En Colo Colo las hizo todas y, cuando el equipo llegó a trastabillar en un determinado partido, él encontraba rápido la solución con un par de cambios. Pero en la Selección se empaquetó, cometió errores de bulto y no había que ser un genio para darse cuenta que, de seguir así, fracasaría él y por supuesto le iría mal a la Roja.
¿Qué errores cometió a tu juicio? ¿Confiar demasiado en sus jugadores y que estos no le respondieran?
Claudio fue siempre un tipo relajado. Se veía en su actitud al borde de la cancha. Tranquilo, sin alterarse, tenía siempre la calma para ver con toda claridad lo que estaba pasando con su equipo. ¡Si para no fumar hasta un kojac se echaba a la boca, sin importarle el que dirán…!. Pero con la Roja fue perdiendo todo eso. Se empezó a poner tenso, perdió su esencia. En lugar del tipo divertido, suelto y chispeante, empezamos a ver a un hombre a la defensiva, huraño, que hasta caminaba distinto. Empezó a ver enemigos donde no los había y recordé que a mí también me paso algo parecido.
Quisiste recordarle tu propia experiencia para que él sacara sus conclusiones.
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Exactamente. Yo en la Selección cometí el error de manejarme muy mal con los medios. Si se trataba de periodistas cahuineros y faranduleros, sigo pensando que la única actitud que cabía era la indiferencia y el desprecio, pero eso lo hice extensivo a todos, incluso a aquellos que sólo me criticaban desde un punto de vista estrictamente futbolístico. Vi enemigos por todas partes y en lugar de conversar e intercambiar conceptos y opiniones, opté por la arrogancia y por el veto.
Si no crees que el principal error de Borghi fue confiar demasiado en jugadores que luego le fallaron, ¿cuál fue para ti su principal falla?
Polemizar con Johnny Herrera, por ejemplo. Un entrenador no puede hacer eso. Está por sobre el resto y con mayor razón si se trata de jugadores que serán sus dirigidos. Creo que si no era de su gusto, estaba en todo su derecho a no convocarlo, por más que yo siga pensando que Herrera siempre debió estar. Lo otro: señalar que Bielsa había dejado más viudas que la segunda Guerra Mundial. Una frase sin duda genial, pero fatal. Porque fue él mismo quien volvió a poner a Bielsa en el tapete, en circunstancias que la gente ya lo había ido olvidando.
¿Y por qué elegiste el medio epistolar?
Porque muchas veces traté de hablar con él y nunca pude. Quise ayudarlo y aconsejarlo. Contarle de mis errores para que él evitara caer en lo mimo o en algo parecido. Nunca me contestó el celular, nunca me recibió en Pinto Durán, y los esfuerzos que hice a través de Miguel Cajas, su jefe de prensa, también fueron inútiles. Nada pudo impedir, sin embargo, que su etapa al mando de la Roja terminara.
Lamentablemente. Sigo pensando que la Selección se perdió un gran tipo y un excelente técnico. Ahora, visto lo ocurrido, sólo cabe desearle la mayor de las suertes a Sampaoli.
¿Te pareció el hombre adecuado?
Sin duda, el mejor. Conoce el medio, a los jugadores, y no por nada la U ha sido el equipo que la ha llevado desde que lo tuvo a él como entrenador. Es un fiel discípulo de Bielsa y está plenamente capacitado para que el equipo vuelva a jugar como jugó.