El fracaso de Pellegrini

Me parece que esa convicción, a la larga, es la clave que permite explicar el vuelo que ha tomado la carrera del ingeniero civil.

Para cualquier profesional o trabajador que recibe una remuneración por su oficio, la primera experiencia laboral es casi siempre determinante. Cada uno de nosotros, cuando iniciamos el camino que recorreremos durante gran parte de nuestras vidas, empezar bien y con relativo éxito lo que emprendemos parece, si no fundamental, muy importante para sentar bases sólidas que nos entreguen la confianza de que vamos bien encaminados en la ruta que hemos elegido.

Si comenzamos mal en cambio, parece lógico pensar que las dudas harán presa de la inexperiencia, la inseguridad le ganará espacio a la confianza y la tentación de modificar las convicciones será evidente.

Pensemos en un ejecutivo de alto rango por ejemplo. ¿Qué pasaría si ese gerente mandara a la quiebra rápidamente a la primera empresa que le tocara dirigir? O imaginemos el caso de un trabajador común y corriente. ¿Podría aventurársele éxito laboral en caso que debute en la pega con un “condoro” de marca mayor que signifique una crisis para su empleador? Difícil.

Aunque es cierto que siempre los errores dejan lecciones y los fracasos marcan puntos de reinvención y aprendizaje, hay golpes que parecen letales, casi inmanejables. Más aún si se producen en el comienzo de nuestro desarrollo profesional. Sin embargo, siempre hay casos que se escapan a la regla general. Y el del hoy cotizado técnico Manuel Pellegrini Ripamonti debe ser uno de los más notables.

El año 1988, Pellegrini, cumpliendo su primera temporada como entrenador, se fue al descenso dirigiendo a Universidad de Chile por primera y única vez en la historia del club. El ex defensa central, que jugó la totalidad de sus 13 años de carrera como futbolista con la camiseta azul, fracasaba rotundamente en su primera experiencia en la banca. Un mazazo inmanejable sobre el ego y las convicciones profesionales para cualquier entrenador. Desde ese día y para siempre, la fría estadística mostrará que el único entrenador que descendió con la U es el hoy exitoso técnico del Málaga.

¿A qué viene este ingrato recuerdo? Y justo ahora que Pellegrini, hace muchos años, goza de un prestigio a nivel mundial que le permite sonar en clubes de la talla del Chelsea y el Manchester City. A una sencilla razón que, a mi juicio, marca a fuego lo que han sido la brillante trayectoria del técnico chileno más importante de la historia: Pellegrini, en el éxito y en el fracaso, incluso en su “fatal” debut como entrenador con Universidad de Chile, ha sido un tipo de convicciones, que no ha modificado sus principios profesionales al primer revés o ante determinada dificultad. Me parece que esa convicción, a la larga, es la clave que permite explicar el vuelo que ha tomado la carrera del ingeniero civil.

Confieso que no soy un admirador recalcitrante del estilo de juego de los cuadros de Pellegrini. Es más, reconozco que muchas veces no me gustó cómo paró sus equipos dirigiendo a River Plate o el Real Madrid. Incluso, debo admitir, que más de una vez me quedé dormido frente al televisor viendo el toque cansino en algún partido del Villarreal y todavía no me explico cómo no fue campeón con el equipazo que se le armó en Universidad Católica. Porque el fútbol da para todo, muchas cosas no tienen lógica y cada cual es dueño de ver lo que pasa en la cancha como mejor le parezca. Sin embargo, y más allá de los gustos personales, hoy hay que ponerse de pie para aplaudir lo que ha sido, y seguirá siendo por un buen rato de acuerdo al interés de los principales equipos de Europa por los servicios del chileno, la trayectoria de Manuel Pellegrini. Una trayectoria que comenzó, aunque parezca increíble, con un fracaso que para cualquier entrenador hubiera sido inmanejable en el comienzo de su carrera.

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