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Columna de Bruna: "El fútbol se llenó de chantas"

En los últimos tiempos el país se ha llenado de chantas. Y el fútbol, desgraciadamente, no ha podido permanecer impermeable a esta verdadera plaga.

Por Eduardo Bruna, redactor de El Gráfico y Premio Nacional de Periodismo deportivo en 2000

En los últimos tiempos el país se ha llenado de chantas. Y el fútbol, desgraciadamente, no ha podido permanecer impermeable a esta verdadera plaga.

Darío Franco, director técnico de la U, es uno de ellos. Otorga una entrevista a la revista El Gráfico, que cumple con todas las normas impuestas por los propios personeros de Azul-Azul, esto es, solicitarla a través del departamento de prensa del club y ponerse a la cola. Pero tras un mes de espera llega por fin la hora fijada, en el hotel donde concentra su equipo, y el técnico no aparece por ningún lado. Ubicarlo no es fácil. El hotel no sólo es grande: los recepcionistas y botones tienen absoluta prohibición de interrumpir la actividad de cuerpo técnico y jugadores.

Franco aparece, finalmente, cerca de las 22.00 horas (la entrevista estaba acordada para las 21.15) y su gesto de sorpresa ante lo que el botones le comunica nos sorprende también a nosotros. Uno supone que el tipo estaba avisado. Que, con 44 años, su memoria aún permanece intacta. Pide que se le espere otros diez minutos más, “porque tengo que estudiar un video con los muchachos”. La respuesta (no queda otra) es está bien, lo esperamos.   Y el señor Franco desaparece no por diez minutos, sino por casi una hora. Cuando finalmente se hace presente, no sin antes haber mediado un llamado al jefe de prensa azul, para que le recordara de la cita, porque ya saben que los botones no pueden, se despacha con una excusa tan insólita como inaceptable: “Muchachos, me había olvidado…”. La entrevista, por cierto, no se hizo ni se hará. Se puede ser mal técnico, pero no un irrespetuoso. Menos, un chanta.

Arturo Sanhueza, que al parecer inicia un retiro obligatorio, parece ser otro caso. El Gráfico le solicita una entrevista, dice sí, pero pide un llamado, al mediodía del día siguiente, para acordar el compromiso. Obviamente, al día siguiente su teléfono está reservado sólo para ser respondido dependiendo del número que aparezca en pantalla. Se hace el nuevo intento y es lo mismo. Pero como nunca hay que pensar mal de la gente, El Gráfico insiste. Tal vez por aquello de “la tercera es la vencida” de que hablaban antes las abuelitas. Y Sanhueza, que esta vez sí contesta, da el sí y hasta fija lugar y hora para la nota, para no traicionar su costumbre pide: “De todas maneras, llámeme mañana para confirmar y recordarme”.

Adivinaron: su teléfono vuelve a estar sordo y mudo. Falta poco más de una hora para la cita, pero como una no respuesta no puede considerarse un no a la entrevista, el periodista cumple y va. Adivinaron otra vez: el señor Sanhueza brilla por su ausencia.

¿No es acaso otro personaje para la lista de chantas? Porque si Arturito decía que no a la entrevista, El Gráfico no se iba a cerrar ni el periodista se iba a cortar las venas ante tamaño desaire. Entre sus muchos entrevistados ha estado nada menos que Elías Figueroa. Claro, Don Elías. Que aceptó sin darle ninguna vuelta a su positiva respuesta y, como el señor que es, estuvo a la hora y en el lugar indicado. ¿Será porque los realmente grandes lo son, entre otras cosas, porque nunca nadie los podrá clasificar en esa lista repudiable de los chantas? Porque hay que ser muy chanta para menospreciar el trabajo de otros y carecer del más mínimo respeto por el tiempo de los demás.

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