Canitrot y Don Pepe

No debe pasar colado en este episodio eso sí, es el enésimo lloriqueo protagonizado por la dirigencia de Universidad de Chile.

Se supone que con el despido de Claudio Borghi y el arribo de Jorge Sampaoli, las disputas, las polémicas, las desafecciones y las indisciplinas serían cosa del pasado en Juan Pinto Durán. Pero no hay caso, en la Selección siempre hay espacio para armar, generalmente de la nada, algún lío que desvíe el foco de lo que ocurre en la cancha hacia lo extra futbolístico.

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Esta vez el protagonista del numerito fue Charles Aránguiz. Y otra vez se metió en el baile del conflicto la directiva de Universidad de Chile, presidida por el siempre, en apariencia, comedido José Yuraszeck.

Ayer el propio jugador quiso ponerle punto final al lío de su no presentación el domingo en el complejo de Avenida las Torres. El talentoso volante optó por reconocer que había cometido “un error muy grave”, escudándose en la inverosímil historia del relajante muscular, la falla en el despertador, el quedarse dormido, la falta de comunicación, el teléfono celular apagado y todo el guión que, de seguro, le entregaron sus jefes y consejeros más cercanos en la U (por algo el Príncipe no se expuso a las preguntas de los periodistas y entregó las explicaciones en un video pre grabado y no en una conferencia de prensa).

Todos nos hemos quedado dormidos alguna vez y hemos llegado tarde a la pega. Todos hemos sentido ese escalofrío de abrir los ojos y, en medio de las siempre reconfortantes sábanas, percatarnos que “ese maldito despertador” no había sonado y estábamos en problemas con nuestros superiores. Pero también todos, supongo basándome en la lógica, hemos llamado inmediatamente a nuestro superior para dar excusas, informar de nuestra falta o, al menos, inventar una explicación creíble que nos permita salir jugando dignamente.

Esta vez Aránguiz quiso emular, o incluso superar, a nuestro ídolo televisivo de la niñez: el bohemio oficinista Canitrot. Porque yo al menos, en los centenares de capítulos que disfruté del Japening con Ja, jamás escuché la excusa del relajante muscular y menos aderezada con la del teléfono apagado porque “no podía comunicarme con quienes me tenía que comunicar”, como explicó el mejor jugador del medio local en las últimas dos temporadas.

La verdad es que a esta altura ya da un poco lo mismo si la chiva de Aránguiz es totalmente cierta, tiene ciertos componentes de verdad o está más cercana a la mentira. El jugador pidió públicamente perdón, se quedó sin jugar un partido que podía ser importante, como vitrina, en sus pretensiones de emigrar hacia un fútbol más competitivo y me parece un despropósito siquiera insinuar que Sampaoli no lo volverá a convocar a la Roja. ¡Chao! Capítulo cerrado, que aprenda la lección y que encienda el teléfono cuando regrese desde Brasil la Selección. Así llama al entrenador nacional y le da excusas personalmente.

Lo que no debe pasar colado en este episodio eso sí, es el enésimo lloriqueo protagonizado por la dirigencia de Universidad de Chile. ¿Hasta cuándo se quejan por las convocatorias de sus jugadores a la Selección? ¿Cuántas veces más habrá que presenciar el show de la guerra de comunicados entre Azul Azul y la Anfp? ¿No es tiempo ya que desde la testera del fútbol chileno le paren el carro a las pataletas del presidente laico? ¿O al final es verdad que Sergio Jadue se siente imposibilitado de controlar las rabietas del que, dicen, fue el principal sostenedor de su llegada a Quilín?

Cuando llegan las cámaras, se encienden las luces y se acercan los micrófonos todos ponen play en la misma melodía populista: “La Selección es lo más importante y tiene todo nuestro apoyo”. Bueno, entonces basta de ponerle contrapisas y pedirle “gestos” al entrenador nacional de turno. Hace un año los llantos eran de Sampaoli por las nominaciones del Bichi. Hoy las lágrimas le caen a Yurazseck por las convocatorias de Sampaoli. Basta, a llorar a la iglesia o, como decían en el Japening, a reír “cuando todos estén tristes…”.

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