El Gráfico Chile

Me ofrezco

Aprovechándose de la generosidad de un empresario, varios deportistas en ciernes, o derechamente menos dotados, han establecido la costumbre de pedirle plata a través de Twitter

Por Soledad Bacarreza

Cuando uno quiere ser bueno en algo, se empieza desde abajo. Ningún profesional o técnico recién recibido entra con sueldo de gerente a ningún trabajo, primero se aprende, se escala de a poco. Se van cumpliendo metas hasta que los jefes se dan cuenta que ese sujeto en particular es bueno en lo que hace. Así sucede para la mayoría que no nace en cuna de oro económicamente hablando. Se esfuerzan, muestran resultados y luego empieza el ascenso.

En el deporte pasa lo mismo: primero se compite por juego a nivel escolar, luego de clubes si el entusiasmo perdura, y por ahí se entra por primera vez a una selección. Si las condiciones están, se destaca a nivel internacional, se vuelve con una medalla, un lugar de honor. Un camino resumido en tres líneas, pero cuyo trasfondo son años de entrenamiento, aprendizaje y constancia.

Por alguna razón, hay un grupo de deportistas que creen que el tema es al revés: que primero debe venir la ayuda económica, y luego los resultados. Que es deber del Estado y la empresa privada solventar sus carreras deportivas, porque de lo contrario, no tendrán como cumplir con sus sueños. Bárbara Riveros lo advirtió hace ya varios años, apoyándose en su propia experiencia viviendo y entrenando en el extranjero, y habiendo cumplido con todas la etapas previas que ameritaban su internacionalización. Según la ex campeona mundial de triatlón, los deportistas deben primero sacrificarse al máximo y demostrar que son objeto de inversión. Y efectivamente, así es en la mayor parte de los países desarrollados. Hasta los campeones como Michael Phelps debieron primero mostrar resultados y someterse a clasificatorios para entrar en las grandes ligas.

Aprovechándose de la generosidad de un empresario, varios deportistas en ciernes, o derechamente menos dotados, han establecido la costumbre de pedirle plata a través de Twitter, el medio que el mismo empresario ha plantado como vía de comunicación oficial de sus decisiones. Y le piden plata incluso falseando u omitiendo algunos datos, como que se es el mejor de Chile en garrocha, cuando ese puesto de honor lo ocupa Gonzalo Barroilet –ganó la prueba en el decatlón de Londres 2012- o que se necesitan recursos para ir a un mundial de triatlón en Las Vegas, cuya característica es ser distancia no federada y una carrera por invitación. Más aún ¿sabrá Leonardo Farkas que este deportista ocupó el lugar 18 entre los chilenos en Pucón, y fue superado incluso por Valentina Carvallo? En Las Vegas, donde Farkas lo mandó, llegó en el puesto 146. De su categoría, que por cierto, no es la de Elite.

Jamás he estado de acuerdo en la forma en que Leonardo Farkas otorga sus donaciones al deporte. Se presta para hacer tabla rasa y desmerecer todo el trabajo que se hace con deportistas que realmente han ganado el derecho de ser apoyados. Las ayudas de privados deben ser cuidadosamente estudiadas, de lo contrario, deben permanecer en ese ámbito, en el privado, sin publicidad de por medio. Porque se cae en el riesgo de financiar turismo y fomentar que los deportistas se salten etapas mandándolos directamente a una cita para la cual no han clasificado y donde luego dan bote, no ganan un solo set y ni un solo partido. Es enraizar la percepción de que los deportistas de Chile están en el abandono. Es hacer pedazos el trabajo ajeno y figurar en los medios como un salvador de una actividad que es profesional, con metas específicas, con apoyos estratégicos, con planes y directrices. ¿No hay el suficiente apoyo para tenistas que se ubican por sobre el numero 500, o para pruebas del canotaje que no son olímpicas, ni sudamericanas ni panamericanas? No lo hay. Se privilegian estándares de excelencia por sobre quienes piensan que con su sola presencia pueden optar a ayudas que provienen en parte del bolsillo de todos los chilenos.

Me ofrezco para ayudarlo señor Farkas. Para asesorarlo en quienes, de todos aquellos que le lloran por Twitter, son merecedores de su generosidad. Si se anima, podría usted repetir estupendas acciones como la donación a Tomás González -que está siendo efectivamente aprovechada por muchos otros gimnastas- o la de Kevin Silva, que por su naturaleza no admite cuestionamiento. Pero una buena asesoría no vendría mal en este caso, ya que cada vez más deportistas amateur, otros que están recién empezando y otros que definitivamente ya no llegaron se le acercarán indiscriminadamente, dejado heridos inocentes en el camino. Póngase en guardia, anímese, yo no le cobro. Mi pago sería el erradicar esta incómoda sensación de engaño y de daño.

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